
“Nos informa la
doctriz que la directriz de la escuela es asidua lectriz de la famosa escritriz
Fulana, misma que es autriz de varios libros; como es su ferviente admiratriz
ha decido ser promotriz de sus obras.”
Apegándonos estrictamente a las reglas gramaticales
no sería difícil encontrar párrafos semejantes al anterior dentro de la
literatura, tanto culta como popular. Sin embargo, nunca encontraremos algo así
y, lo que es peor, si me atreviera a decirle a una egresada de la Facultad de
Medicina. “Usted es una doctriz”, seguramente me contestaría de muy mal
talante:”Doctriz será la mas vieja de su familia”.
(En este momento observo que la computadora en que
estoy escribiendo comienza a soltar humo mientras el corrector ortográfico se
revuelca angustiado entre los bits y los bytes. Prefiero ignorar las
correcciones que me sugerirá la maquinita, como ductriz por doctriz o erectriz
por lectriz, y sigo adelante).
Pertenezco a una generación que pasó su niñez
chupando pirulís, pero ningún miembro de la misma está dispuesto a reconocer
que comía pirulíes y, mucho menos, que al ir a dormir los dejábamos en los
buróes.
El motivo de estas reflexiones sobre un par de
reglas gramaticales que casi nunca se cumplen, es el furor que provocan los
internautas y feisbuqueros entre las personas que dicen escribir bien y que se
indignarían si llamara actora a una mujer que hace teatro (profesionalmente,
por supuesto) pero hablan con toda naturalidad de doctoras, directoras, etc.
¿Qué es escribir bien? ¿Qué es hablar bien?
Comenzaré refiriendo una anécdota personal. Al
iniciar el ciclo escolar de uno de los años de mi secundaria, acudí a la
librería a comprar los libros que necesitaba. El librero trajo algunos y,
mientras juntaba los demás, aproveché para ojear los que tenía en frente. Entre
ellos destacaba el Cantar del Mío Cid, joya indiscutible de la literatura
española, por lo que inmediatamente me enfrasque en su lectura, ávido de
conocimientos. Cuando regresó el librero, le pregunté con ese candor que
caracteriza a la adolescencia. “¿No lo tiene en castellano?
Es indiscutible que si digo “Et fose et y en
llegándose cabe los frambueses y dixo de aquesta manera. ¡Cosas veredes!” estoy
hablando en un castellano purísimo (quizá un poquito “demodé”), pero ¿alguien
me entiende? ¿Es correcto llamar espinilleras a las grebas de los futbolistas o
decir que las mujeres usan mediascalzas de nylon o de seda en una época
en que las calzas completas se han convertido en pantimedias?
Los idiomas evolucionan. Vivimos un proceso de
cambio constante en el que aparecen nuevos objetos, nuevas acciones, nuevos
conceptos a los que hay que identificar con un nombre. Hay que inventar
palabras. Para que todos nos entendamos, hay que establecer normas y estas se
deben cumplir. Pero ¿que tan estrictas e invariables deben ser? ¿Quién debe
determinarlas?
Es muy peligroso dejar el idioma en manos de floor
managers que pasaron directamente del chichimeca al spanglish sin tocar
siquiera el tejano, ese idioma que recuerda ligeramente al inglés y de cuyo
dominio se enorgullecen los súbditos del Imperio que habitan en el patio
trasero.
También es muy peligroso exponerlo a los caprichos
de esos merolicos de lujo, pomposamente llamados Publicistas, encargados de
promocionar las promocionaduras que encuentren a su paso con la única condición
de que sean bastante promocionosas y ¡sobre todo! que dejen billetes. Lo mismo
promocionizan un brebaje mágico que te hace adelgazar 40 Kg en media hora (en
dos meses La Tierra sería el paraíso de los hermanos Montgolfier y todas las
aerolíneas habrían quebrado) que los beneficios que obtendrás votando por un
grupo de bondadosos depredadores cuya única intención es saquearte, desangrarte
y utilizar la ley para protegerse si se te ocurre protestar, o las innegables
ventajas de tener un gimnasio portátil que puedes meter, con todo y alberca
olímpica, debajo de la cama. Lo único que no PROMUEVEN y nunca PROMOVERÁN es la
ética, pues no es autosustentable, es decir: no deja lana, feria o pachocha..
Por eso me niego rotunda y categóricamente a
APERTURAR las puertas y ventanas que siempre he abierto y seguiré abriendo.
Y también me niego rotunda y categóricamente a
OFERTAR una taza de café o un vaso de agua a quienes me visitan. Prefiero
ofrecerles una copa de vino o unas galletitas.
No se piense por esto que soy un intransigente
enemigo de todos los cambios. Los idiomas evolucionan y es necesario
actualizarlos; pero con un sentido crítico, analítico, que sirva para
mejorarlos y no para destrozarlos. No es necesario exhibir nuestra ignorancia
deformando palabras para inventar una que ya existe.
No estoy muy convencido de mantener una letra tan
inútil como la Q, que solo puede salir a la calle acompañada por la E o la I y
siempre bajo la severa mirada de doña U, esa celestina, chaperona o carabina
que la sigue a todas partes, por lo que
no me desagrada la idea de substituirla por una K, pero la violación
sistemática de todas las reglas ortográficas resulta preocupante. Por eso me
uno a la preocupación de todos los preocupados por el buen lenguaje.
Después de todo, las reglas gramaticales son
sencillas y congruentes. Para demostrarlo transcribo a continuación parte de
una conversación entre un niño que está aprendiendo a leer y un adulto que lo
corrige. Hay algunas palabras altisonantes, pero ya sabemos como es la juventud
descarriada de estos tiempos… Igual a la de antaño.
-Ku erida mamá-
-Se dice querida-
-Pero aquí hay una u-
-La u no suena-
-¿No? ¿Y como dices tururú?-
-Bueno, suena pero no si va después de una q.-
-¡Ah!. Sigo leyendo: Gu errero.-
-Se dice guerrero. Detrás de la g tampoco suena.-
-¿Está afónica? ¿La castigaron?-
-Así son las reglas de la gramática.-
-Ya entendí. ¿Pedo seguir leyendo?-
-Ahí si suena…-
-Y apesta.-
-Me refiero a la u. Se dice puedo.-
-Pinguino.-
-No es pinguino, es pingüino.-
-Pero la u va atrás de una g y tu dijiste…-
-¡Ah! Pero en este caso la u lleva diéresis.-
-¿Qué es eso?-
-Esos dos puntitos encima de la u.-
-¿Estos?. A ver… tienes razón, no se quitan. Yo pensé
que eran caquitas de mosca. Casi no se ven. Entonces si le pongo banderillas,
como en las corridas de toros, la u suena. Lógico, las banderillas deben doler
mucho. Bien, ahora puedo escribir qüerida mamá y hacer que suene la u.-
-No. No. No. La diéresis solo se usa en la u después
de la g. Con ninguna otra letra ni antes ni después.-
-¿Con ninguna letra? ¿Por qué? Se vería muy bonita
encima de una a, por ejemplo. O sobre una s; parecería una víbora con corona;
muchas reinas podrían tomarla como su símbolo… y muchísimas que se sienten
reinas también. Bueno, al menos ya se como se escribe güevo, con diéresis.-
-No. Güevo se escribe con h, no con g. Y no lleva
diéresis.-
-¿Con h? ¿Cómo husano?-
-No. Gusano es con g. Se dice gu sano...-
-¿Aunque esté enfermo?-
-…Pero no se dice gu evo sino hu evo. Por eso es con
h. La h no suena.-
-¿Y porqué todos dicen gu evo en lugar de hu evo?-
-Eso solo lo dicen los ignorantes. Los que sabemos
hablar decimos hu evo.-
-Pues yo solo conozco ignorantes. ¿Estas seguro de
lo que dices?-
-¡A güevo que sí!-
¿Y güey? ¿Va con diéresis o con h?
Con b de burro.
¿No se escribe con b de buey?
Así se dice. Hay b de burro y v de vaca.
Me parece justo considerando que la vaca hubiera
sido la esposa del buey si éste no hubiese tenido ese ligero accidente. ¿Cuál
es la diferencia entre los dos bes?
La b de burro es b grande; la otra, b chica.
-¿Así?:
Vurro bACA-
-No exactamente-
-A Güstavo Gütierrez le güsta… ¿dices que la h tampoco suena?-
-Así es. Es muda. Nunca suena.-
-¡Ah cingaos! Eso no lo sabía. ¿Ni siquiera hace
señas? ¿Algún gesto?-
-Nada. Total y absolutamente muda.-
-Quizá si le ponemos una diéresis… podría hacer
algún ruidito; un chasquido, al menos.-
-No insistas con la diéresis. Déjala en paz. Solo se
emplea como te dije.-
-Pero es que me da mucha pena. Tan solita, sin nada
que hacer. Tanta ociosidad es mala para la salud; va a engordar. Debería hacer
como la h que es muda, que no sirve para nada, pero ahí está de metiche en
todas partes, enredando todo… Bueno, seguiré leyendo: Fui a la tienda perro
estaba cerrada.-
-Se dice pero, no perro.-
-Pero esta letra se llama “erre”.-
-La r tiene dos sonidos: uno fuerte como en perro y
otro suave como en pero. Por eso muchos dicen que debería llamarse “ere” y no
“erre”.-
-¿Y como sé cuando es pero y cuando es perro?
-Muy fácil, si el sonido es débil pones una “ere”,
si es fuerte pones dos “eres”.-
-¡Sencillísimo! Ya puedo escribir rromance, amorr,
rrana…-
-No. No. Cuando las palabras comienzan o terminan
con r el sonido siempre es fuerte y no se ponen dos “eres”, solo una.-
-Eso que dices es una brroma ¿Verrdad Enrrique?-
-No. Tampoco se ponen dos “eres” cuando la letra
anterior (como en broma) o posterior (como en verdad) son consonantes.-
-O sea que la dichosa letrita solo suena suave si la
pongo solitaria entre dos vocales.-
-Algo así.-
-Entonces, por mayoría aplastante de votos se llama
“errrre” y no “ere”. ¿Qué opinas de ponerle diéresis a la “errre” cuando suena
“ere”?-
-(………)-
-¡Mira! Aquí hay una n con diéresis. ¡Me estabas
engañando! Y además la diéresis ya engordó. Tenía que suceder, por no salir
nunca a la calle.-
- Eso no es una diéresis, es una virgulilla.-
-¡Sin albures!.-
-También recibe el nombre de macarrón, rulito,
vírgula o epicema y la letra no es una n sino una letra independiente,
diferente.-
-¿Cómo se ñama esta letra?-
-“Eñe” Por cierto, hace unos años la quisieron
desaparecer.-
-¡Cono! ¿Porqué?-
-Para reducir los costos de los fabricantes de
computadoras. Alegaban que en otros idiomas la combinación “gn” suena igual;
como cognac, que se pronuncia coñac.-
-Diañostico, mañífico, ¿Alejandro Maño era aragonés?,
coñoscitivo, in-coñito… ¿Dices que “in” significa: dentro de?-
-Finalmente abandonaron la idea.-
-Pos que bueno.-
-No se dice pos.-
-¿Cómo se dice?-
-Pos pues; evidentemente.
La conversación continua, pero nos basta con lo
expuesto hasta aquí para demostrar claramente la congruencia y sencillez de la
gramática. No existe, pues, ninguna razón para no cumplir estas leyes y
escribir con una magnifica ortografía. ¡Me adhiero a los defensores del
lenguaje!
En última instancia tenemos el recurso del corrector
ortográfico de la computadora, que nos permite escribir bien sin necesidad de
dilapidar nuestro tiempo en estudiar gramática. Es sumamente útil. Por ejemplo,
si escribo “erida” como consecuencia de mi bajo nivel cultural, el corrector
acude presuroso a señalarme la falta y me da una copiosa lista de palabras para
subsanar mi error: erada, árida, ercida, elida, égida, erija, eriza, reída,
ería. Aunque, como no me da ninguna orientación sobre la palabra adecuada,
tengo que escoger alguna al azar, quedándome la duda de si un paramédico de la
Cruz Roja podrá curarme la égida o la erada.
Eso que todos sabemos respecto a los cuadrados de
los catetos y las hipotenusas es el famoso TEOREMA DE PITARROSA. He tenido
largas pláticas con mi computadora tratando de convencerla de la posible
existencia de un antiguo matemático griego que, al parecer, hizo un
descubrimiento semejante; pero la mía es una computadora de ideas firmes y no
se deja engañar.
Quitando algunos pequeños detalles, como los
anteriores, el corrector es una herramienta invaluable para escribir
correctamente. No obstante me preocupa su miopía, que le impide ver mas allá
del último sustantivo. Si tecleo “el conjunto de bailarinas está formado por…” no
puedo terminar la oración pues el corrector salta furioso y me corrige “el
conjunto están formadas…”
Hay un misterio que me intriga sobremanera. Algunos
días el corrector amanece de buen humor y se dedica a poner las mayúsculas,
puntos, comas, acentos, diéresis y demás sin que yo se lo pida, ¡hasta corrige
mis faltas de ortografía!. En otras
ocasiones no lo hace. ¿Porqué?. Algún día iré a Catemaco o al Vaticano para que
me expliquen este arcano.
Lo que sí hace siempre es verificar que la palabra
después de un ENTER empiece con mayúscula, pues ENTER equivale a un punto y
aparte. Esto es de gran utilidad cuando, por ejemplo, escribes sobre física y
empleas la “V” para referirte al volumen y la “v” para la velocidad; si
escribes una ecuación para la última y, para resaltarla en el texto, la pones
en un renglón separado, el corrector corre presuroso a corregirte, gracias a lo
cual tus futuros lectores sabrán que el volumen de un cuerpo es el resultado de
dividir su distancia a no se sabe donde entre el tiempo que tarda en
recorrerla.
Quizá por
esto, algunos opinan que el corrector ortográfico es el equivalente a lo que, refiriéndose
a humanos, se designa como un pendejo con iniciativa. Pero esta es solo la
opinión de algunas personas enemigas del progreso.
No obstante, hay algo que me preocupa mas que la
ortografía: la falta de lógica de la que hacen alarde los internautas y a la
que no prestan atención los puristas. No me refiero solamente a las faltas de
sintaxis (la sintaxis es la lógica del lenguaje) como confundir el modo
condicional con el subjuntivo o decir. “Ustedes estáis”; sino a expresiones que
denotan una evidente carencia de riego sanguíneo en el cerebro. Comparemos, por
ejemplo, estas dos oraciones: “Boi a aser una ciya”, “Voy a ser una silla”.
La primera contiene el mayor número de faltas de
ortografía por kilometro cuadrado que se pueda concebir, pero no hay duda que
quien la escribe tiene perfectamente clara la intención de fabricar, elaborar o
construir un objeto que sirve para sentarse.
En la segunda no hay ninguna falta ortográfica. Sin
embargo, puesto que el autor de la oración no se refiere a futuras
reencarnaciones, debemos suponer que se trata de algún hecho milagroso, algún
portento extraordinario en el que, si no intervienen todos los dioses, ángeles,
demonios, hadas, duendes y trasgos esparcidos por el mundo, al menos debe
existir la intervención de extraterrestres dotados de formidables poderes
mágicos. Aunque, después de todo, no es demasiado sorprendente; si un
alcornoque puede transfigurarse en ser humano no resulta tan inverosímil que
vuelva a su estado primitivo convertido en silla.
Este tipo de errores puede ser sumamente peligroso. No
es lo mismo “Voy a hacer la comida” que “Voy a ser la comida”, sobre todo si
estamos entre caníbales.
Hay quienes, cuando viajan, escogen el asiento de la
ventana para hirviendo el paisaje. Y es frecuente confundir “a ver” con
“haber”.
Otro ejemplo: “Habeces como en esa fonda”. ¿Comes
habeces? ¿Qué son las habeces, algún guiso hecho con habas, una especie de
fabada?. Lo que resulta evidente es que
la sopa de letras no es la especialidad de la fonda.
Mas preocupante que las faltas de ortografía es que
se llegue al disparate al exponer una idea. Es fácil corregir la ignorancia,
pero no la oligofrenia
Hay que distinguir entre las burradas obvias como
las anteriores y las reflexiones lógicas a las que conducen algunas expresiones
de nuestro lenguaje cotidiano: “No hay nadie; entonces hay alguien”. “No tengo
nada; entonces tienes algo”. “No está ninguno; entonces alguno esta” Mis
conocimientos de lingüística no alcanzan para determinar la razón por la que
debemos olvidar que la negación de una negación es una afirmación, por lo que
no voy a opinar sobre si es lógico o no decir “hay nadie”, “tengo nada”, etc.
Sin embargo no podemos negar que las teorías sobre el tema obedecen a
razonamientos coherentes y bien estructurados.
En ocasiones la lógica es impecable pero parte de
una apreciación incorrecta, como la moda de pedir vasos CON agua. En una
ocasión, para atender a una solicitud de este tipo, tomé un gotero y deposité
tres hermosas gotas de agua en un vaso. Ignoro el motivo por el que el
solicitante, indignado, me insultó soezmente.
Pedir un vaso
con agua y solo beberse el agua es como pedir un Chateaubriand con salsa
chimichurri y dejar toda la carne en el plato.
No obstante, en la mayoría de las ocasiones no se
comen el vaso. Quizá porque el vidrio molido es bastante indigesto o porque es
muy laborioso masticar el aluminio.
Esto me lleva a cavilar sobre el mal servicio que se
da en los restaurantes; nunca preguntan: ¿Su vaso lo quiere “well done” o
termino medio?. Tampoco he oído algo como: “Le recomiendo la especialidad de la
casa: los vasos de aluminio a las brasas, preparados personalmente por nuestro
chef según una antigua receta traída del París de la Francia”.
El error está en pensar que lo que queremos consumir
es un vaso y no tomar en cuenta que, en realidad, lo que necesitamos es cierta
cantidad de agua que calme nuestra sed y que esa cierta cantidad de agua es,
aproximadamente, la que cabe en un vaso de dimensiones normales, aunque existan
vasos de diversos tamaños; si esta cantidad no es suficiente podemos beber el
contenido de varios vasos. Estamos hablando, por lo tanto, de una medida de
capacidad o contenido, cuya unidad en el Sistema Métrico es el Litro. Si queremos ser rigurosamente exactos en el
lenguaje, lo correcto es pedir doscientos cincuenta y cuatro punto setenta y
dos mililitros de agua servidos en un recipiente apropiado que puede ser un
vaso, una jícara o una palangana, sin importar el material de que está
construido. Como ninguna persona, en su sano juicio y en pleno uso de sus capacidades
mentales, se preocupa por llevar la exactitud a límites tan extremos, nos
conformamos con dar medidas aproximadas basadas en cierta normalidad, como
medir en pasos una distancia o llamar alto a un sonido que sobrepasa la
cantidad de decibeles que consideramos normales. Al hablar de capacidad
utilizamos medidas aproximadas como manojo (cantidad que cabe en una mano) o
puño (cantidad que cabe en un puño) y así nos referimos a un pellizco de sal
sin pensar en las diabluras que podría cometer un paquete CON cloruro de sodio
en las horas pico del Metro de la ciudad de México, sobre todo si aborda
ilegalmente un vagón exclusivo para damas. O a una taza de harina, una botella
de vino, una cuchara copeteada (¿de que tamaño es el copete?), una caja de
galletas, un plato de lentejas, etc.
Si pido un caballito con tequila ¿me servirán un poni
alcoholizado? ¿Debo usar fuete y espuelas para tomarlo?
Tarea para reflexionar: ¿Qué es una mano de pintura?
¿Es mas correcto decir mano con pintura?
Aunque la teoría del vaso con agua sea incorrecta,
obedece a una lógica; razón por la que no me preocupa si beben vasos de agua o
comen vasos con agua.
En otras ocasiones la gente es víctima de un exceso
de meticulosidad, de un puntillismo enfermizo. En una ocasión pregunté en una tienda:
-¿Cuánto cuesta este disco?-
-Eso no es un disco, es un “si dí”-
Tras meditar un rato llegué a la conclusión de que
el dependiente no había dado nada, aunque él afirmara que “si dí”. Pensé
entonces de “si dí” podría tener algún significado que yo ignoraba. Vino a mi
mente el recuerdo de Sidi Hamet Benengelí que cita Cervantes en El Quijote y
recordé que sidi, en árabe, es señor y por contracción se transformo en Cid,
como en el caso de Sidi Ruy Diaz de Vivar.
Puesto que no me parecía que el mentado disco
tuviera aspecto de señor con chistera, bastón y todo lo demás y, menos aun, que
Castilla se fuera ensanchando al paso de su caballo, pregunté:
-¿Qué significa “si dí”?-
¿No ve? – respondió despectivamente mientras
señalaba unas letras en la caja del disco.
-C.D. ¿Dos letras?-
-¡Ah! Además ignorante. ¿En que ranchería vive?-
-En una con 17 millones de habitantes...-
-¿No sabe hablar inglés? – interrumpió francamente
molesto
-Un poquito; se decir yanquis go…-
-¡Por eso no progresa! ¡Vergüenza debería
darle!. Estas letras no son letras, son
un logo y se pronuncian “si dí”, ¡“SI DÍ” ¿Queda claro?-
-¡Ouuh yeeaaah! – conteste para tranquilizarlo,
aunque en el fondo persistía mi duda de que posiblemente se refiriera a la
colecta de la Cruz Roja.
-¿Las letras que no son letras pero que son logo
significan algo? – Inquirí mientras me encogía ante la indiscutible
superioridad cultural del dependiente.
-¡Claro! Significan Compact Disc y para que lo
entienda, ya que no sabe inglés, en su dialecto se dice Disco Compacto.-
-Pero el hecho de que sea compacto no le impide ser
disco ¿O si?-
-Por supuesto que no – dijo feliz por haberme sacado
de mi ignorancia – Estamos en un país libre y los discos tienen derecho a ser
tan compactos como quieran.-
-Me llevo el “si dí”-
-Muy bien. ¡Susana! Facturizale al señor este “si
dí”, es una marcha militar: El Regimiento de Caballería de las Gualquirllas
cantado por un tal Guajner.
Salí a la calle convencido de lo incorrecto de
traducir el logo y escribir D.C. pues algunos ignorantes pensaríamos que
significa Después de Cristo. Me prometí no volver a confundir un disco con un
“si dí” y me alejé lamentando no haber tenido la osadía de preguntar cual es su
diferencia con un “dividí”, pues, a pesar del nombre, tengo entendido que éste no
sirve para hacer operaciones aritméticas
La meticulosidad es importantísima; especialmente en
el lenguaje escrito. La presencia de una máquina de escribir o de un simple
lápiz es suficiente para que nos pongamos solemnes, saquemos el diccionario de
los domingos y pulamos nuestro vocabulario.
Esto es notable entre los políticos (esas personas
que siempre hablan en plural para eludir su responsabilidad en las fechorías
que perpetran a solas), quienes se tienen prohibidísimo emplear palabras como ayudar
o hacer, ya que afectarían a la imagen de personas cultas y refinadas que
cuidan con tanto esmero. Por eso dicen: “coadyúvame a cargar estos bultos” o
“Papá me coadyuvó a efectuar la tarea” y, en casos extremos, ante una tragedia
nacional pueden llegar a solicitar la coadyuva internacional. Igualmente,
efectúan, ejecutan o elaboran cualquier cosa, pero sacrificarían la vida para
no caer en la vulgaridad de emplear el verbo hacer, arriesgándose a que los
mandemos a efectuar puñetas.
La liberación femenina ha provocado una revolución
que no solo afecta a los políticos. Aunque aun hay mujeres que se presentan a
si mismas como la ingeniero o la arquitecto, el rechazo a un lenguaje
eminentemente machista es cada día mas fuerte; por lo que se recurre a nombrar
ambos géneros: las niñas y los niños, las diputadas y los diputados, las
gobernadoras y los gobernadores, etc.
Sin embargo, para no caer en un exceso de feminismo,
debemos llevar una rigurosa contabilidad de las veces que anteponemos el
femenino al masculino y viceversa. Así, si comenzamos mencionando a las niñas y
los niños, continuaremos con una mención igualitaria de los señores y las
señoras, para proseguir con las senadoras y los senadores, los ciudadanos y las
ciudadanas, las caballas y los caballos (en aceite de oliva), los huevos y las
huevas, las pimientas y los pimientos, los pollos y las pollas (¡Sin albur!),
etc.
Esta forma de hablar, además de laboriosa y
monótona, resulta bastante cursi y rebuscada; por lo que los internautas han
resuelto el problema recurriendo al símbolo @ para referirse a los dos géneros
y escriben m@s amig@s, l@s niñ@s y demás.
Aunque la solución es buena cuando escribimos,
resulta un poco difícil pronunciar niñarrobas, diputadarrobas,
otorrinolaringologarrobas, ornitorrincarrobas.
Quizá lo mas conveniente sea emplear la letra E para
ambos géneros y reservar la A para el femenino y la O para el masculino (como
en las, los, les). De esta forma llamaríamos hombres al conjunto de hombros y
hombras, o para no pecar de machistas denominaríamos mujeres a la suma de
mujeras y mujeros.
Les ovejes serían los ovejos y las ovejas, les
borregues las borregas y los borregos, les yegües los yeguos y las yeguas, les cañes las cañas y los caños
y les cules l@s partidari@s del Barcelona Futbol Club.
Aunque, como existen pocas posibilidades de que un
tornillo embarace a una tornilla, será necesario emplear otra terminación (por
ejemplo en U) para los objetos asexuados: lus tornillus, lus tuercus, lu sul, ul
azucur…
Lo mas prudente es esperar a que la Real Academia de
la Lengua resuelva este espinoso dilema.
En inglés se emplea la palabra “jet” para nombrar
por igual a un chorro y al objeto que lo produce (boquilla, espita, bitoque,
inyector). Esta despreocupación en el lenguaje llevó a llamar chorro (jet) a un
motor que produce su empuje acelerando un chorro (jet) de aire, volviendo a
utilizar la palabra tanto para el efecto (el chorro de aire) como para su causa
(el motor). Con esta misma falta de precisión utilizaron la palabra chorro (jet)
para referirse a los aviones que emplean tal tipo de motores. Esta ligera en el
lenguaje es inadmisible en castellano; nosotros somos precisos y exactos en
nuestro lenguaje; no admitimos ambigüedades como en el inglés; es intolerable
que alguien pueda confundir un chorro de aire con un aeroplano. Por eso fue
necesario crear una palabra (ya que no existía hasta ese momento) que
describiera con toda exactitud a la máquina voladora de ala fija equipada
con motores que producen su empuje acelerando una corriente de aire e,
incluso, fijara con pasmosa rigurosidad su tamaño (en ingles, si el aparato es
pequeño es un chorrillo, lo que se presta a malas interpretaciones sobre la
digestión del piloto), su forma y hasta el número de pasajeros. Después de
arduas cavilaciones se llegó a la conclusión de que la palabra que reunía todos
los requisitos de claridad, univalencia, exactitud y precisión era: JET.
Fue necesario recurrir a un idioma extranjero, pero
valió la pena para evitar ambigüedades.
El empleo de palabras extranjeras que desconocemos y
que no nos molestamos en traducir, es sumamente útil para definir con absoluta
precisión los objetos y acciones carentes de nombre en nuestro idioma. Escáner
es un ejemplo mas de ello. A diferencia de las antiguas fotocopiadoras que
recibían simultáneamente la luz de todo el objeto a copiar, en las copiadoras
modernas un haz de luz concentrada recorre sistemática y ordenadamente
todo el objeto, es decir: el haz hace un barrido o barre (It SCANS) el documento. La copia se obtiene
“scanning” el documento y por tal motivo la copiadora se llama “scanner”.
Nuevamente nuestra imperiosa necesidad de precisión nos obliga a crear una
palabra, escáner, para evitar confusiones; no vaya a ser que alguien confunda
una copiadora con una escoba; aunque, en el fondo, nos importa un cacahuate el
funcionamiento de la máquina.
En latín y en las lenguas derivadas del mismo, se
suele crear un verbo y después su substantivo. En inglés sucede lo contrario;
una vez definido el substantivo se forma el verbo: de scanner scanning. Por
influencia del ingles hemos adquirido la costumbre de “verbalizar” todos los
substantivos: escáner / escanear, jet / jetear (volar en o conducir un jet),
twiter / twitear…
Pero hemos olvidado las terminaciones de los verbos
en español. ¿Por qué escanear y no escaneer o escaneir? Suena mucho mejor
tuitir que tuitear, los tuiteadores serían tuitiriteros y el verbo se
conjugaría como “partir”: yo tuito, tu tuites, el tuite, nosotros tuitimos,
vosotros tuitis, ellos tuiten. Aunque podría ser irregular como “huir”: yo
tuyo, tu tuyes, el tuye, nosotros tuimos, vosotros tuis, ellos tuyen.
Sin embargo, es mejor dejarlo como verbo regular
para no complicarles la vida a los que soldan metales y los que holen la comida
mientras la cocen (después la morden), mismos que, según contan, no volan
porque no poden.
Por otra parte solemos olvidar que existen otros
idiomas además del inglés. En una ocasión oí a ciertas personas comentar las
exquisiteces de los dulces de “pra lain”. Dado el innegable acento británico
con que lo pronunciaban, deduje que “lain” era “línea” aunque no encontré
traducción para “pra”. Como soy muy goloso, traté de averiguar cuales eran esos
dulces de “línea pra” tan alabados y que, hasta ese momento, habían estado
fuera de mis conocimientos y de mi paladar. Después de un rato de escucharlos,
descubrí que el mentado “pra lain” era el famoso dulce que inventó, hace mas de
quinientos años, el conde de Plessis Praslin, mariscal de Francia (que
no creo que simpatizara mucho con los ingleses), motivo por el que se conoce,
en su honor, como praliné o pralín. Siendo una palabra de origen francés, no
hay razón para britanizarla.
El idioma de “Chicaspiar” es muy respetable, pero
también lo son los idiomas de Moliere, Goethe o Dostoyevski. Al traducir otras lenguas
podemos hacerlo por símbolos escritos o por el sonido de los mismos; así, en el
primer caso, Хрущёв, es Krushchev
y en el segundo Jrushchov. Igualmente
puede traducirse 毛澤東 como Mao Tse Tung o como Maosedon, aunque la
última versión nos induzca a pensar que el famoso líder chino es eficaz en el
tratamiento de ciertas dolencias pero no se debe suministrar a mujeres
embarazadas ni menores de doce años.
Una vez convencidos de la importancia de la
meticulosidad y el puntillismo en el uso del idioma analizaremos otros aspectos
del mismo.
En ocasiones la moda de una época se olvida y
termina siendo incorrecta para otra generación. Recurro a otro ejemplo
personal: Heredé algunos libros de mis ancestros que datan de 1880 o años
anteriores, en los se pueden leer palabras como ginete o girafa, que en la
actualidad son faltas garrafales de ortografía. A diferencia de nuestros
tiempos, en los que un escrito pasa directamente del USB de su autor al papel
impreso sin ninguna revisión, en aquella época un tipógrafo, al que se le
exigía tener buena ortografía para desempeñar su trabajo, formaba en cajas las futuras páginas del libro, copiando
el manuscrito que tenía a la vista y que provenía del puño y letra del autor,
de reconocida fama mundial, quien, sin duda, poseía grandes conocimientos
gramaticales. Después se hacían algunas copias (las galeras) que se sometían al
riguroso examen de varios correctores, incluyendo al autor, y solo entonces se
procedía a la impresión del libro. Es difícil, aunque no imposible, que a
tantas personas se les haya pasado una sola vez una falta tan notable como es
escribir ginete, sobre todo si aparece en la portada como parte del título del
libro; pero cuando el ginete cabalga página tras página a lo largo de todo el
libro, no cabe duda que todos los correctores estaban convencidos de que jinete
se escribe con g.
En el transcurso del tiempo han desaparecido letras
como la Ç y otras han cambiado de sonido, temporal o permanentemente. Tal es el
caso de la H, que sonaba como J aspirada hasta que el esfuerzo gutural la dañó
dejándola muda; razón por la que, en algún momento, alguien, apiadándose de
ella, la hizo sonar como F, con el consiguiente trasiego entre efes y haches
que culminó con la separación de la numerosa familia Fernández, antes tan
unida, y que ahora está dividida entre los Hernández y los Fernández, sin que
se vea la posibilidad de alguna reconciliación en el futuro. El fierro se transformó
en hierro, aunque sus óxidos, mas tradicionalistas, siguieron siendo ferrosos o
férricos. Las haldas se convirtieron en faldas para contrarrestar a las
fermosas que se hicieron hermosas. De igual modo muchas palabras cambiaron
hasta que la H volvió a su mutismo.
Pero la que se lleva la palma en materia de
mimetismo es, sin duda, la X. Heredera de la c griega, tuvo durante siglos el sonido de la SH
inglesa y, hasta la fecha, lo conserva especialmente en palabras que empiezan
con X, como Xochimilco o xilófono (no se dice Chochimilco ni chilófono ya que
este último es un instrumento musical cuyo sonido se obtiene golpeando chiles
con un par de baquetas, lo que suele ser doloroso).
Después cambió a J o G: Xenofonte fue Jenofonte,
xenofobia fue genofobia y el anexo se convirtió en el despectivo de ano. Ximena
Ximenez cambió a Gimena Gimenez o Jimena Jimenez y los frixoles se hicieron
frijoles, lo mismo que las Texas que mutaron en tejas.
Este cambio sucedió después de la llegada de los
españoles a América, quienes junto a su muy amorosa tarea de evangelización se
tomaron el arduo trabajo de escribir con X las abundantes palabras que tenían
sonidos SH: Shalapa, Oashaca, Shochitl, Shicotencatl, Shitomate, Méshico…
Como consecuencia del cambio muchas palabras se
amoldaron al nuevo sonido: Jalapa, Oajaca, Jitomate, Frijol, Méjico y
comenzaron a escribirse tal como sonaban.
En alguna ocasión me explicaron (aunque ya lo
olvidé) que el motivo por el que México se escribe con X es por una disputa
entre liberales y conservadores en la que los liberales resultaron mucho mas
conservadores que los conservadores, razón por la que tras el hipotético
triunfo de los primeros se optó por combinar una ortografía del siglo XII con
una prosodia de mitades del siglo XIX. (No deja de ser curioso que cuando se
habla de los antiguos pobladores del valle de Anahuac se diga meshicas o meshicanos,
pero llamemos mejicanos a los habitantes actuales).
Poco después la camaleónica X volvió a mutar tomando
el sonido KS, con la desastrosa consecuencia de que, en cuanto salen de su
patria, los meshicanos dejan de ser mejicanos para convertirse en meksicanos.
Pero no acaba ahí la historia. Con el advenimiento
de Internet, la X se transformó en signo de multiplicar y, por extensión, en la
sílaba “por”. Razón X la que, en breve, los meksicanos seremos meporricanos.
No cabe duda de que la incorporación de los símbolos
matemáticos al lenguaje escrito es un valioso axt de los internautas al progreso de la literatura. Así podemos
escribir {musical} en lugar de conjunto musical y llamar {}ivitis a una
infección en los ojos. El pan integral
es pan ∫ y el cáncer
de matriz es cáncer de ( ). Lo último es sumamente útil, ya que, de esta forma,
los cirujanos conocen con exactitud en que fila y que columna se encuentran
todas y cada una de las células malignas.
También
simplifica notablemente el lenguaje castrense. Al referirnos a las aguerridas huestes
del general Francisco Villa las nombramos como La ÷ del Norte. También es
frecuente hablar de un > de infantería o un kπtan de caballería.
Esto sin –cabo de su utilidad en geografía, donde
aprendemos que las Baleares son: >k y
<k y que Ibiza ha sido rebautizada como
=k. Está en discusión si a una isla tan pequeña como Formentera se le
debe dar un nombre tan largo como Aproximadamenteigualaka.
También hay dudas sobre si es correcto emplear
factorial en vez de factor, pues aunque fonéticamente se parecen, no significan
lo mismo. En caso de aprobarse tendríamos que referirnos a la conocida marca de
productos de belleza Max! y a un conocido altruista como bene! de la niñez.
En lo que no hay duda es en el uso de la notación
exponencial que nos permite exponer pensamientos tan precisos como “voyParís”
, “VTmierda“ o decir que un terco tiene ideasmuy2.
De = o > importancia es decir: La lavandera → la
ropa o el dependiente a→ los clientes.
De igual forma los encargados de la seguridad
pública nos informan: “Dado el ∆ en casos delictivos es | | (determinante)
poner + atención a los =>2 en dichos actos.”
Como un símbolo tachado o invertido tiene el
significado contrario, podemos emplear los símbolos
o
para escribir
excremento. Prefiero el primero ya que el segundo recibe el nombre de n’abla e
induce a confundir una inmundicia con un mudo.

No cabe duda, sin embargo,
que la mayor aportación de los internautas al loable esfuerzo de limpiar, pulir
y dar esplendor al arte de las letras es el empleo de caritas y otros símbolos para
expresar los mas profundos pensamientos. Por eso, cuando acudimos al
consultorio, aquejados de alguna molestia en la garganta, el doctor nos indica:
“dos puntos, de mayúscula y diga aaa”. Las
clínicas de fertilidad ofrecen eficaces tratamientos para la Ï, pues es
bastante grave que las dos bolitas de la diéresis estén siempre a mayor altura
que el palito de la I.
No se piense que los
encargados de los servicios de internet son descuidados o que no les importa
que los usuarios trituren el idioma a mansalva. Ellos están muy al pendiente de
que nuestro léxico sea apropiado y no escribamos groserías. Como no pueden
tapar una palabra fea con el clásico pitido al que nos tienen acostumbrados las
televisoras, la cubren con una serie de garabatos que adecentan nuestras
opiniones, aunque a veces terminen por ser ilegibles. ¡Todo sea por el bien de
la moral! Por eso, si no queremos ser censurados debemos referirnos a los
cursos de commeretrización o a las leyes que aprueban los disuripantados.
Como conclusión de todo lo
anterior debemos preguntarnos si no sería conveniente modificar y simplificar
las reglas gramaticales; aunque sin llegar a los excesos de los cibernautas.
Los puristas se oponen, pues
se perdería el rastro de la evolución de las palabras, dificultando el trabajo
de filólogos y lingüistas. Cierto; pero si queremos conservar la historia del
lenguaje tendremos que volver a decir aquarium, obscuro, murciégalo, etc. Si
escribo harpa o harmonía no faltará quien corrija mi pobre ortografía y no
puedo imaginar el revuelo que provocaría si entro a una vulcanizadora pidiendo
que arreglen un Pneumatico. Los pronombres italianos “ci” y “ne” (“y”, “en” franceses)
se cayeron de las alforjas del conde Lucanor o de Garcilaso de la Vega, por lo
que hace mucho tiempo dejaron de usarse en español, aunque a veces los
empleemos sin darnos cuenta como en “ha-y” (en francés. “Il-y-(h)a”). No
podemos aferrarnos al pasado solo para conservar tradiciones totalmente
desconocidas para nosotros mismos.
Algunas simplificaciones
serían las siguientes:
Ya que en el pasado, como
vimos, se escribieron con G muchas palabras que hoy se escriben con J, es
válido y mucho mas lógico que ahora escribamos con J todas las palabras que
contiene GE o GI: jeneral, jeneración, jiro, ajitar, enjendro…
Con esto se liberaría a la G de su doble
sonido y solo conservaría el sonido suave, por lo que escribiríamos: gerrero, distingen,
giso, aginaldo, sigiente, gitarra… sin “ues” mudas y sin “ues” con diéresis,
por lo que también tendríamos: pinguino, linguista, aguero..
Algo semejante ocurrirá con
las sílabas CE, CI que habrá que cambiar a ZE, ZI: zera, zereza, perezer, ziruela,
pazífico. Esto evitará muchas faltas de ortografía debidas al cambio de letras
frecuente en la actualidad, como gocé en lugar de gozé, al conjugar un verbo
cuyo infinitivo se escribe con Z.
Cabe hacer una aclaración:
para una gran parte de los hispanohablantes la S y la Z suenan igual, por lo
que se podría pensar en eliminar la Z y substituirla por S. Sin embargo, como
muchos distinguen la diferencia de sonidos, debemos conservar las dos letras.
Lo mismo sucede con la B y
la V. Aunque sean idénticas en muchas partes, hay otras en las que se
diferencia el sonido labial del labiodental, especialmente en Sudamérica; por
lo que hay que mantener ambas.
El sonido fuerte de CA, CO,
CU y las inútiles QUE, QUI cambiarán a KA, KE, KI, KO, KU, dando lugar a: kasa,
keso, kiero, kulebra, nunka, porké, eskopeta…
Para que la Q no entre al
mundo de los parados, le podemos dar chamba como “ere”, dejando el sonido
fuerte a la R. Así escribiremos “la pera se comió la peqa” sin causar
confusiones.
La C cambiará a CH: caparro,
anco, peco, cistorra, cupar, corizo, cino…
Con esto se evita usar dos
símbolos gráficos para un solo sonido, no solo CH, sino también QU, GU, GÜ. En
contraposición, la Y es un solo símbolo con dos sonidos, uno de los cuales
equivale al doble símbolo LL. Si dejamos esta sola función a la primera
tendremos: yuvia, yama, oya, huya… El otro sonido es idéntico a la vocal I por
lo que podemos cambiarlo sin ningún problema: mui, hai, hoi, paraguai…
Solo la X conservará el
doble sonido KS y, en alguna falta de ortografía, el triple KSZ, como en
EXITAR. Si esta palabra
existiera significaría, en el mejor de los casos, tener éxito (¡Atención,
publicistas y floor managers!); pero aunque nuestros triunfos nos causen una
gran emoción no debemos excitarnos al grado de olvidar la ortografía.
La W no es parte del abecedario castellano, por lo
habrá que pedirles a muchos que no se hagan weyes.
Por último, podemos jubilar a la H que se merece un
bien ganado descanso después de tantos años de enredar la ortografía. Con esto
se resolverá el viejo dilema de saber si las cosas que huelen tienen holor o si
las que uelen tienen olor.
Todas las innovaciones producen confusión en un
principio y estas reglas gramaticales no serían la excepción; pero con el
tiempo nos habituaríamos.
Inicialmente nos costará trabajo referirnos a un
hombre muy tradicionalista diciendo que está capado a la antigua. Será difícil
distinguir entre coro, koro y koqo; pero nos acostumbraremos.
Aparecerán algunos parónimos nuevos como “asta” que
podría significar “hasta” o “asta”. Pero la existencia de palabras que se
escriben igual y tienen distinto significado es frecuente en el idioma actual,
sin causar demasiados problemas. Generalmente se entienden por la oración en
que aparecen. Nadie pensará que intento incendiar una carabela si digo que voy
a encender una vela al santo de mi devoción y solo un poeta en un exaltado
arrebato de lirismo es capaz de confundir un rebaño de llamas con una hoguera.
A veces se recurre a signos para evitar estas
ambigüedades, como en el y él, mas y más o si y sí. Nótese que, sobre todo, en
el primer caso no se cumple con las reglas de acentuación, por lo que la tilde
no es un acento sino una marca para diferenciar el artículo del pronombre, por
lo que no es indispensable recurrir al acento agudo utilizado en español; se podría
emplear un acento grave o circunflejo como señal de distinción o, incluso,
escribir el pronombre con H (hay tres alternativas: hel, ehl y elh). Pero en la
mayoría de los casos no hay ninguna distinción, ¿no sería conveniente escribir
véla (de velar), vèla (de palmatoria) y vêla (de barco) para no confundirnos?
Basándome en las consideraciones anteriores, he
escrito algunos ensayos empleando estas nuevas reglas. Espero que les gusten.
EL ALKOLÍMETRO
¿Dónde estuviste estos días? Te extrañaba.
Me agaraqon los del alkolímetro. Solo me tomé dos
zervezas i kuarto. No es justo.
Tu sabes ke el máximo permitido es dos zervezas.
¿I por un kuarto de zerveza paso de estar sobrio a
kaerme de boraco? Me paqeze un dispaqate. Diez mililitros azen ke pases de ser
una persona adusta i respetable de la lei, a ser un delinkuente desenfrenado ke
no tiene ningún miqamiento kon sus semejantes. La verdad es ke estás tan
boraco, o sobrio, según lo kieras ver, kon dos zervezas ke kon dos zervezas i
kuarto. No me paqeze razonable. Peqo no es esto lo ke me paqeze injusto… aunke
lo sea.
¿Entonzes ke?
Me arestaqon al mismo tiempo ke a un señor ke se
akababa de zepiyar dos boteyas de vodka, kada una de un litro. Estuvimos
detenidos el mismo tiempo i salimos juntos. El kastigo es el mismo por tomar
dos zervezas ¡i kuarto! de 6 grados Gai Lussac i un kontenido de 355
mililitros, ke por beber 2,000 mililitros de una bebida de 40 grados Gai
Lussac.
Viéndolo así, tienes razón. No ai proporzión en el
kastigo.
Si por beber dos zervezas ¡i kuarto! debes estar
treinta i seis oqas en la kárzel, por las dos boteyas tendrías ke estar un
mínimo de zinko años i si te tomas kuatro boteyas de vodka meqezes la pena de
muerte… si sobrevives a la konjestión alcólika.
En eso tienes razón. Pero de todas formas, beber es
una actitud antisozial ke puede resultar peligrosa. ya lo dize el anunzio: “Si
toma no maneje”.
¿Antisozial? Todo lo kontrario. ¿Kuándo bebes?
Kuando vas a una fiesta, kuando te reúnes kon los amigos, kuando kieqes
festejar algo bueno ke te suzedió, komo el nazimiento de un ijo, un premio de
la lotería o un aszenso en el trabajo. Brindar i tomarse algunas kopas es un
acto absolutamente sozial. Kuando bebes estas de buen umor, le enkuentras
kualidades a otras personas ke no les veías estando sobrio i asta te atreves a
rekonozerles esas kualidades, reales o no. Estando sobrio es raqo ke alabes las
virtudes de tus konozidos. Kuando bebes kantas, bailas, te ríes i asta
enkuentras graziosos los cistes ke normalmente konsideqas malos… ¡asta los
cómikos de la televisión te azen reír!.
¿No te gustan los cómikos de la televisión?
¿As oído la istoria del payaso ke yoqaba mientras el
públiko reía? Kon eyos okure exactamente lo kontraqio: ríen mientras el públiko
yoqa.
Debe existir alguna exzepzión. Aunke, en verdad, no
konozko ninguna.
Además, kuando konduzes después de aber tomado
algunas kopas, extremas las prekauziones: mantienes una velozidad modeqada,
obedezes las señales de tránsito, no utilizas el auto komo un proyektil paqa
agredir a kienes te rodean i ¡asta zedes el paso a los peatones!. Por el
kontraqio, kuando vas al trabajo por las mañanas, la prisa por yegar te aze
agresivo; te indignas kon el idiota ke solo va a 120 kilómetros por oqa en el
karil de 60, pues te está estorbando i paqa ke se dé kuenta lo rebasas i le das
un zerón; pretendes abrirte paso a base de bozinazos; insultas; kambias de
karil intempestivamente, metiéndote a la fuerza sin avisar; si alguno trata de
meterse en tu karil i pone las luzes direczionales kon la esperanza de ke lo
dejes entrar, azeleras i te pegas al koce de adelante kon tal de no permitir la
ofensa, el insulto, ke representa ke algien se ponga delante de ti… ¿Kién es el
antisozial?. Los anunzios a los ke te refeqías deberían dezir: “Si ceka no
maneje”.
Konzedo ke,
en jeneral, tienes razón. Peqo kuando as bebido muco…
Tu lo as dico: MUCO; en ese kaso abrá ke azer un
análisis del estado mental en ke te enkuentras i si estas tan obnubilado komo
un cekador matutino, te deben impedir ke konduzkas i asta arestarte; lo mismo
debían azer kon estos, por no menzionar a los cofeqes domingeqos ke salen a
kareteqa paqa pelearse kon su mujer, sus ijos i kuanto bico viviente se
atraviesa en su kamino.
EL SEXENIO DE IDALGO
En nuestro afán por rekonozer los méqitos de kienes
lo meqezen (i sobre todo paqa inventar festividades ke eviten ke tengamos ke ir
a trabajar), emos akojido kon gusto el truko de los komerziantes paqa
obligarnos a komprar mas, konsistente en crear días espeziales paqa estos
festejos. Así se inventaqon el día de la madre, el día del padre, el día del
niño, el día del kompadre, el día del segundo frente, etc.
Kontajiados
de esta creatividad, los polítikos dezidieqon dedikar días espeziales paqa
omenajear a los prózeres i asta a los akontezimientos importantes: el día de
Benito Juárez, El día de los Niños Eroes, el día de Emiliano Zapata, el día de
la Independenzia, el día de ¿Kuál Revoluzión?, etc.
En algún momento pensaqon en auto omenajearse i
crear el día del polítiko; peqo después de meditarlo bien, dezidieqon ke dada
la importanzia ke se dan a si mismos, mas ke un día meqecían un año. Así nazió
el AÑO DE IDALGO.
Paqa festejarlo elijieqon el último año del sexenio,
el último año de su abnegada labor komo servidoqes de la patria. El motivo de
esta eleczión keda claro; después de vaqios años de modeqazión, aziendo
solamente negozios “en lo oskuqito”, de rezibir “kabildeos” (kuando la kantidad
es pekeña se yaman “mordidas”), de aprovecar informazión konfidenzial i otros
trastupijes, todo eyo kon discrezión i “en lo oskuqito”, dezidieqon ke eqa
justo ke en ese último año se deskaqaqan “un poko” i se auto omenajeaqan
kobrándole a la patria todos los desvelos i sacrifizios ke abían _eco por eya.
I al grito de ESTE ES EL AÑO DE IDALGO, CINGE A SU MADRE EL KE DEJE ALGO,
komenzaqon los festejos.
Duqante algún tiempo se mantuvo esta tradizión; peqo
yeqó un momento en ke konsideqaqon ke sus sacrifizios meqecían una mejor
rekompensa i agregaqon otro año (el penúltimo) a sus festividades, por lo ke
creaqon EL AÑO DE KARANZA, PORKE EL DE IDALGO YA NO ALKANZA.
Rezientemente an deskubierto ke tampoko alkanza kon
el año de Karanza, ke los ziudadanos debemos entender ke nuestra obligazión es
rekompensarlos desde un prinzipio por los grandes benefizios ke rezibimos de
eyos i debemos festejar todo el sexenio su dedikazión al servizio públiko. Por
tal motivo, en kuanto entran en funziones, se dedikan kon tesón i aínko a
rekolektar fondos para festejar EL SEXENIO DE IDALGO.
Los métodos paqa adkirir fondos son mucísimos; algunos
realmente injeniosos, otros bastante burdos; peqo todos efectivos. Todo sea por
el bien de tener seis años kompletos de festividades.
Komo no pretendo azer un katálogo de los mismos, me
limitaqé a un par de ejemplos.
Aze bastantes años se establezió, por lei, ke los
automóviles debían pasar, dos vezes al año, una revisión paqa veqifikar su buen
estado. La medida es positiva pues reduze las posibilidades de enkontrar
veíkulos ke kontaminen en exzeso o puedan aveqiarse o kausar aczidentes. Asta
aquí va bien el asunto. Por supuesto, la veqifikazión se kobra i es una buena
fuente de ingresos paqa los polítikos; por konsigiente, al estrenarse el
SEXENIO DE IDALGO, ubo ke aumentar estos ingresos i se inventó otra
veqifikazión, aora paqa salir a las kareteqas. El motivo paqa justifikar el
nuevo atrako fue ke en las kareteqas se nezesitan buenos frenos i buena
suspensión. ¿I en la ziudad no?. Kon tan briyante argumento yegamos a la
konclusión de ke en la ziudad podemos zirkular sin frenos ni amortiguadoqes,
kon yantas lisas, etc. ¿Entonzes, paqa ke sirve la veqifikazión “zitadina”? Se
podría pensar en azer una sola verifikazión, kompleta, ke garantize el buen
estado del koce tanto en karetera komo en la ziudad; peqo esto merma los
ingresos de los polítikos, va kontra el espíqitu del SEXENIO DE IDALGO.
Otro ejemplo,
aun mas briyante: la Secretaqía de Inmovilidad
determinó reduzir la velozidad de zirkulazión de los veíkulos, de un máximo de
80 Km/oqa a un máximo de 50 Km/oqa.
No se rekiere un doctoqado en injenieqía idráulika
paqa komprender ke mientras mas rápido sale el agua de un rezipiente, mas
pronto se vacía. Si keremos desalojar los koces del zentro de la ziudad, o de
una kaye, mientras mas rápido vayan mas pronto se vaziaqá i su espazio podrá
ser utilizado por otros. En otras palabras, mientras mas lento sea el tránsito
mayores i mas duqadeqos seqán los emboteyamientos.
Kizá sean nezesaqios algunos konozimientos (o un par
de neuqonas en funzionamiento) para entender ke los automóviles actuales están
diseñados para rekorer un máximo de kilómetros a una velozidad de 65 miyas/oqa
(110 Km/oqa, aproximadamente). Kon una velozidad mayor konsumen mas, aunke
tardan menos tiempo. Kon una velozidad menor konsumen menos en una ora, peqo
komo tardan mas tiempo, terminan por konsumir mas paqa rekorer la misma
distanzia.
Kuanto mas nos azerkemos a la velozidad de diseño,
el motor trabajaqá mejor i el konsumo por kilómetro seqá menor. Al reduzir la
velozidad i, además, incrementar los emboteyamientos, lo úniko ke se konsige es
dilapidar tiempo i gasolina, kon las inevitables konsekuenzias en el deterioqo
del medio ambiente i en los bolsiyos de los ziudadanos. Aunke los mas
perjudikados seqán los dueños de automóviles partikulaqes, la lentitud del
tránsito también afectaqá a autobuses i taxis, ke tendrán ke subir sus taqifas,
dañando a todos los usuaqios de transportes públikos. En resumen: ¡jódanse
todos!.
Analizada desde el punto de visita del kalentamiento
global, de la kontaminazión, de la ekología en jeneral, de la salud de los
abitantes, del tiempo perdido inútilmente, del desperdizio de una fuente de
energía no renovable (ke además puede jeneqar ingresos vendiendo el petróleo a
los pulpos extranjeqos), del incremento en el gasto personal (redukzión de
kapazidad adkisitiva i por ende del nivel de vida), de ruido i kontaminazión
acústika, del deteqioro ke provokará el oyín en la vejetazión, kasas, edifizios
i objetos en jeneqal, del malestar jeneqal i algunas otras kosas ke se me
pasan, la medida es absurda, nefasta, nefanda i siniestra, por dezir lo menos.
Se podría pensar ke su autor tiene algún daño en sus kapazidades mentales.
Peqo
analizada desde el punto de vista del SEXENIO DE IDALGO i konsideqando la
kantidad de multas i mordidas ke se jeneqaqán, debemos kitarnos el sombreqo
ante la sagazidad kon ke el secretaqio de Inmovilidad pretende exprimir
nuestros bolsiyos.