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ciencia y arte
COG 1937

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10 de Febrero, 2014 · LITERATURA

LAS VÁLVULAS.


 

 

 


 

El ciclo escolar se desarrollaba con regularidad.  Los alumnos de la Secundaria X se reunían, en la calle de atrás, con los de la Secundaria Y para continuar el cordial intercambio de bofetadas que sostenían desde años atrás; los de la Prepa A y el Colegio B preferían hace lo propio en el jardín público del barrio; otros se trasladaban  al Gran Bosque para calmar sus ansias pugilísticas y algunos demostraban su vocación náutica soltando remazos a los adversarios hasta el momento previo al naufragio de la lancha que se hundía hasta las abisales profundidades (un metro) del Gran Lago. Total, un año normal con sus monótonas peleas entre estudiantes.

 

Por eso causó sorpresa la irrupción de los granaderos, las fuerzas de élite de la policía metropolitana, en uno mas de los enfrentamientos estudiantiles.

En ese entonces los grupos de élite no estaban formados por copias en serie de Dart Vader; les bastaba una macana y un casco con redecita para infundir pavor entre obreros huelguistas, políticos opositores o campesinos hambrientos. Su ferocidad estaba bien cimentada.

 

Los alumnos de una de las escuelas contendientes tuvieron oportunidad de comprobarlo al ser perseguidos hasta los salones de clase en que intentaron protegerse y vieron con horror como los representantes de La Ley expandían su devoción por el orden arremetiendo contra profesores y personal administrativo en general.

 

XXX


 

-Ha llegado el momento de abrir las válvulas. Por eso lo cité. Espero que entienda la gran responsabilidad que le encomiendo y la absoluta discreción que exijo de su actuación.-

 

-Puede usted contar con ello, Señor Presidente; pero quisiera saber con exactitud cual es mi misión.-

 

-Como usted sabe, se aproximan las elecciones; aunque siempre he estado al servicio de La Patria y desearía seguir sirviéndola, las leyes establecen que debo retirarme y ceder mi alta responsabilidad a las nuevas generaciones.-

 

-Es una lastima, Señor Presidente, ojala pudiera seguir su mandato para el beneficio y prosperidad de su pueblo. Podríamos pensar en su reelección.-

 

-Imposible. No me desagrada la idea y la he considerado varias veces, pero la Ley es la Ley y existen muchos intereses… y muchos interesados.

Por eso no tengo mas remedio que preparar el terreno para mi sucesor; debo escoger al mas apropiado y heredarle un país en calma para que continúe el camino de progreso y bienestar que, desde siempre, han sido los lineamientos ideológicos de nuestro partido.

El proceso de transición debe ocurrir en perfecta calma. A lo largo de estos años se han acumulado inconformidades y rencores entre la población en general y entre quienes aspiran a sucederme; por eso debo abrir las válvulas, para eliminar las presiones excesivas, para que afloren todas las disidencias, todos los intereses subterráneos, para que todos se muestren como son y así poder eliminar los peligros ocultos y garantizar la estabilidad y continuidad del régimen. Serán dos o tres meses de intranquilidad y disturbios que nos permitirán eliminar a los intransigentes, encarcelar a los peligrosos, cooptar a los rebeldes, comprar a los ruines, excluir a los equivocados y premiar a los leales.-

 

-Perdone Señor Presidente, pero eso es jugar con fuego; una vez en la calle, será difícil detener las protestas.-

 

-Por eso se requiere planeación, hay que dosificar los riesgos; esa será su labor. Tome en cuenta que los peligrosos son solo pequeñas minorías frecuentemente enfrentadas entre si, por lo que se contrarrestan y nulifican mutuamente.

En cuanto a las masas… no hay que preocuparse. Mientras mas griten, mejor; mas tranquilas estarán después. Es una terapia, como en los partidos de futbol: se desgañitan insultando al árbitro, desquitan con él todos los malos humores, las ofensas y las frustraciones acumuladas a lo largo de la semana y vuelven felices y tranquilos a sus casas, listos para reiniciar el ciclo que se repite semana tras semana. Un desahogo de vez en cuando es benéfico para soportar las miserias de una vida sin esperanzas.-

 

-Entiendo. ¿Cuándo y como debo abrir las válvulas?-

 

-Eso lo dejo a su criterio. Solo le recuerdo que se aproxima El Gran Campeonato en el que hemos invertido mucho dinero que debemos recuperar. Para entonces todo debe estar en calma.-

 

XXX


 

 

Le dolía la cabeza de tanto pensar. ¿Cómo llevaría a cabo la delicada misión encomendada por el Señor Presidente sin arriesgar la estabilidad de la nación?. Había repasado una y otra vez la historia de los sucesivos gobiernos encabezados por eso que llamaban El Partido y, aunque había cierta semejanza en las transiciones, no encontraba la forma de aplicarlas al momento actual.

 

Después de mas de un siglo de asonadas encabezadas por diversos caudillos que disfrazaban su avaricia y egolatría bajo la apariencia de una lucha por el progreso o por mantener el orden y las buenas costumbres, la creación de El Partido fue la solución que permitió pacificar al país.

 

Su fundador tomó el nombre y las siglas del partido de un adversario al que acababa de asesinar, atrayendo, por medio de esta suplantación, a sus opositores, y convocando a los demás grupos a aceptar su liderazgo o seguir el camino del opositor caído. Ya sea por prudencia o convencimiento, la mayoría optó por unificarse en un solo partido y negociar en privado el reparto de las cuotas de poder. Aunque no todos estuvieron de acuerdo y los levantamientos armados siguieron siendo comunes hasta tiempo después de la caída de El Fundador, pero fueron perdiendo violencia e importancia hasta desaparecer.

 

El juego político pasó de la calle y los cuarteles a la antesala de un jefe máximo con poder absoluto de decisión.

 

Durante algún tiempo, El Fundador dirigió los destinos de la nación quitando y poniendo presidentes a su antojo, hasta que uno de los presidentes impuestos por él se rebeló y lo mandó al exilio. Fue el presidente rebelde quien estableció una norma no escrita, pero rígidamente cumplida desde entonces: el presidente en turno tendrá el poder absoluto durante su reinado  y nombrará libremente a su sucesor, pero, una vez concluido su mandato, se retirará completamente de la política y dejará todo el poder a su sucesor.

Este absolutismo temporal consiguió calmar a los aspirantes demasiado ansiosos, que aceptaron esperar a la otra para satisfacer sus deseos. La intriga palaciega siguió vigente, pero redujo el riesgo de levantamientos armados. Al dejar de ser un requisito el respaldo de, al menos, una parte del ejército para llegar a la presidencia, se abrió la posibilidad de un gobierno civil que durara unos años y diera a otros la oportunidad de entrar al reparto del pastel. No tardó mucho en darse este cambio.

 

La llegada del civilismo cambió notoriamente los hábitos políticos. Ya no serían necesarios los movimientos en las sombras, los acopios de armas, el reclutamiento de parias dispuestos a dejarse masacrar por unas cuantas monedas… Ahora la sucesión presidencial se haría a la vista del Jefe (aunque oculta para las masas), quien podría evaluar la docilidad, el sometimiento, y la obediencia ciega a su voluntad de todos sus súbditos y, así, podría escoger a su antojo al que mejor le cubriera las espaldas, tapando cuidadosamente los errores, fraudes, tropelías  e, incluso,  asesinatos de su benefactor. El nuevo camino hacia el poder exigía la inmovilidad total, la eliminación de cualquier muestra de voluntad o pensamientos propios, el ocultamiento de sus aspiraciones políticas personales. Era necesario pensar como El Jefe, no mover, siquiera, un dedo sin permiso de El Jefe, hablar y gesticular como El Jefe y esperar pacientemente la decisión de El Jefe para correr a felicitar efusivamente al heredero designado por El Jefe y al propio Jefe por su acertada elección. Cualquier desviación de estas reglas significaba el fin de sus aspiraciones políticas. Todo esto lo había resumido uno de los miembros mas poderosos de El Partido en una sola frase: El que se mueve no sale en la foto.

 

Para gobernantes y gobernados era normal que, por ejemplo, un médico reconocido internacionalmente por su capacidad profesional, fuera incapaz de determinar, por si solo, la conveniencia de aplicar una vacuna y que solo procediera a iniciar una campaña de salud por instrucciones del Señor Presidente, que, en el mejor de los casos era abogado o jugador de dominó. La abyección y el servilismo habían llegado al extremo de que un Señor Presidente, que olvidó su reloj, preguntó: “¿Qué hora es?”  y recibió la respuesta unánime: "La que Usted ordene Señor Presidente”.

 

Los mas contentos con estas medidas fueron, por supuesto, los grupos de poder.

 

Ya no sería necesario gastar dinero en financiar levantamientos con el riesgo de ser acusados de traición a la patria; ahora, para mantener sus privilegios, bastaría con promover fugas masivas de capitales, ocultar alimentos, especular en la bolsa, falsear y esconder noticias, manipular a la opinión pública y otras acciones que, además de ser legales y patrióticas, resultaban mucho mas económicas.

 

La Nación estaba en calma, florecía la paz y el progreso avanzaba (al menos en algunas colonias). Entonces ¿para que abrir las válvulas?

 

XXX

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

NOTA DEL AUTOR: Esta es una historia de ficción ubicada en el pasado o quizá en otro planeta; no tiene nada que ver con el presente ni con la realidad. Por este motivo me permito colocar  aquí el aviso clásico de las películas: CUALQUIER SEMEJANZA CON PERSONAS O HECHOS DE LA VIDA REAL ES PURA COINCIDENCIA.


 

Tenga confianza en mi – dijo el experto – al consultarme ha recurrido usted a la persona idónea y le agradezco la oportunidad que me brinda de coadyuvar una vez mas al bienestar de La Patria.

 

Aspiró largamente el cigarro y dejó que el humo se disipara en caprichosas volutas antes de continuar.

 

-Usted tiene poco tiempo en la polaca y desconoce muchas cosas, pero eso de abrir las válvulas no es nuevo, hace mucho que se recurre a esto para decidir el destino de La Nación. Como ya le hizo notar el Señor Presidente, con esta acción no solo se elimina a los peligrosos y los indeseables, sino, sobre todo, se logra mantener sumisa y dócil a toda la población… ¿Lo duda?.

 

Sonrió al ver la cara de incredulidad de su interlocutor y prosiguió: -¿Cómo abriría usted las válvulas? Recuerde que se trata de alborotar el avispero, pero sin que le piquen las avispas…Eso resulta peligroso.-

 

-¿Una huelga general?-

 

-¡Ni pensarlo!. A los obreros déjelos que sigan durmiendo. Costó mucho esfuerzo y mucha pólvora llevarlos a su condición actual. Desde los buenos tiempos de Don Presidente, precursor de nuestro glorioso partido, estuvieron dando lata con ideas extranjeras ajenas a nuestra idiosincrasia: quesque  jornada de ocho horas…quesque salario digno…quesque derecho de asociación…quesque derecho de huelga, quesque justicia social. ¿A dónde iría el país si les cumpliéramos sus caprichitos? Nuestras riquezas naturales subirían de precio y nuestros empresarios no podrían cambiárselas a los güeros por espejitos -

 

-Pues no me parece tan malo; los únicos perjudicados serían los empresarios y eso solo si…-

-¿Y quienes cree usted que son los empresarios? ¡Somos nosotros! El Partido se formó para repartirnos civilizadamente el botín; para tomar cada quien su parte y hacer buenos negocios. No me vaya usted a salir con que se cree toda esa demagogia que propagan unos cuantos agitadores profesionales vendidos al oro de alguna potencia extranjera.-

 

Ante la amenaza de ser acusado de apátrida y quedar excluido del Partido, prefirió no hacer el comentario de que si subieran los precios podrían adquirirse mas espejitos y ¡hasta algunas cuentas de vidrio! Después de todo el ya tenía algunos negocitos creados al amparo del Partido, por lo que guardó silencio y escuchó respetuosamente las indicaciones de su maestro.

 

-Como le iba diciendo, Don Presidente ya tuvo un serio problema con estos agitadores enemigos de la patria. Hubo, sobre todo, dos hermanitos revoltosos que azuzaron a los obreros, los organizaron, y le hicieron muchas huelgas con el consiguiente daño al progreso de La Nación. Y al final, llegaron al extremo de planear un levantamiento armado, que hubiera tenido éxito si no hubiera sido por la oportuna intervención de El Apóstol que supo maniobrar con tal habilidad que pudo suplantar totalmente a los líderes del movimiento y aprovechar, en beneficio propio, toda la labor de propaganda y organización que habían hecho. Para ello le bastó con escribir un libro cuyo título, “Quítate tu para ponerme yo””, resumía todo su ideario político y lanzar un Plan revolucionario con el mismo nombre del Plan que habían hecho años antes los revoltosos, por lo que la población, confundida, no sabía cual plan apoyaba, ¿el Plan o el Plan?. Lo demás fue coser y cantar; con los sediciosos del Plan corriendo a salto de mata para huir de la policía fue fácil convertirse en la cabeza visible de la revolución convocada por el Plan y de la revolución convocada por el Plan, independientemente de que se tratara del Plan o del Plan. Como contaba con el apoyo monetario de un buen grupo de latifundistas, del cual formaba parte, y con el cansancio de Don Presidente que al fin había encontrado a alguien lo suficientemente ambicioso como para sucederle en la cacería de sediciosos e inconformes y que ya ansiaba retirarse a gozar de sus riquezas en algún país civilizado, el Apóstol tenía libre el camino hacia la codiciada silla. Desde entonces conmemoramos fervientemente el inicio de La Gran Suplantación-

 

-No cabe duda de que El Apóstol tenía una enorme fuerza de cohesión; en tan solo tres años consiguió unificar dos veces a todo el país; la primera para apoyarlo, la segunda para repudiarlo. Hay quienes lo consideran un traidor. Es un error; quitó a Don Presidente para sentarse él en la silla presidencial, tal como establecía el Plan. Si los demás leyeron otro Plan fue asunto de ellos, él no los indujo a la equivocación.-

 

-El Apóstol llegó con un pueblo unificado que creía ciegamente en él; excepción hecha de un indio taimado y desconfiado que no creía que un latifundista fuera capaz de repartir tierras a los peones de las haciendas y que siempre se negó a dejar las armas y al que, mas adelante, hubo que eliminar por intransigente y terco. Sus primeras medidas de gobierno fueron para calmar a la gente de razón, que temía que pudiera tratar de aplicar algunas de las medidas que proponía el Plan; por eso, cuando los combatientes apenas empezaban a festejar el triunfo de la batalla que había decido a Don Presidente a presentar su renuncia, ordenó a los que sabía que eran leales al Plan que procedieran de inmediato a desarmar a aquellos de los que no cabía duda que eran leales al Plan, pues eran un verdadero peligro para La Nación.

 

-Usted ya sabe lo que sucedió después. Poco a poco, los partidarios del Plan se fueron dando cuenta que El Apóstol no pensaba hacer realidad el Plan y volvieron a tomar las armas. En menos de un año todo el país estaba en guerra. Además, todos los que habían soñado con suceder a Don Presidente, pero que siempre le guardaron sumisión, consideraban que El Apóstol era un usurpador… -

 

 

-Pero me estoy desviando del tema. Lo que quiero realzar es el hecho de que durante todos esos años, los agitadores siguieron molestando con sus demandas de derechos y blablablá. Hasta que nuestro querido líder, El Fundador, decidió ponerlos en orden y comisionó a su compadre para que unificara a la clase obrera bajo su mando y calmara a los revoltosos. Se necesitó mucha, pero mucha pólvora para lograrlo; pero valió la pena. Hoy Don Perpetuo, que heredó el negocio cuando El Fundador y su compadre cayeron en desgracia, es una de las mas insignes figuras de El Partido y continua con la patriótica labor de recolectar fondos para El Partido tanto de las cuotas de “sus defendidos” como de las extorsiones a los patrones a los que amenaza con huelgas que ni él se cree.-

 

-Y aun así, hay muchos que no entienden; ya ve los trabajos y penalidades que tuvo que pasar el Señor Presidente aplacando a petroleros, ferrocarrileros, maestros, médicos y demás etcéteras antes de ser elegido para su digna investidura.-

 

-Definitivamente, no es alborotando a los obreros como se deben abrir las válvulas. Pero ya se dio cuenta de una de las bases de la operación; ésta debe hacerse en centros urbanos; la concentración de gente permite que se propague rápidamente la protesta, al principio, que es lo que deseamos y esa misma concentración sirve para transmitir igual de rápido la contraprotesta, que será indispensable cuando haya que cerrar las válvulas. Esto excluye la posibilidad de abrir las válvulas en zonas rurales, donde el proceso es mucho mas lento y puede hacerse eterno, además de lo incómodo que resulta estar a salto de mata cazando rebeldes que están a salto de mata. Por otra parte, resultaría de mal gusto recordarle al público que, para llegar a su alto cargo, el Señor Presidente ordenó acribillar a balazos a un líder campesino junto con toda su familia, incluyendo a la esposa embarazada y al futuro monstruo que gestaba en sus entrañas.

 

XXX


 

-¡Los estudiantes son como los tamales; primero los enchilas y después los metes al bote!- pontificó el experto.

 

-Son perfectos para nuestros fines; por eso siempre recurrimos a ellos cada vez que se aproxima un cambio de presidente. Si no lo cree, repase la historia de los años que lleva El Partido en el poder. Aproximadamente un par de años antes de cada elección  hay un movimiento estudiantil, ¡es la apertura de las válvulas!.-

 

-Ser estudiante es algo temporal; una enfermedad que se corrige con el tiempo. Esto es importantísimo, pues permite alborotarlos fácilmente; son jóvenes, idealistas e impulsivos; generalmente no tienen que mantener una familia y, por lo tanto, no les preocupa perder un empleo, si es que lo tienen, pues muchos dependen de sus padres y los que tienen necesidad de trabajar lo ven como algo transitorio; en cuanto terminen sus estudios lo dejarán para dedicarse a la profesión que acaban de adquirir. Todavía no tienen el miedo al desempleo y al hambre y la miseria que éste acarrea y todavía no han recibido la lección que les vamos a dar cuando inicien una huelga.-

 

Si, mi estimado colega. La huelga será la lección mas transcendental de su vida como estudiantes y los forjará como buenos ciudadanos para el resto de sus días. Los primeros días serán de euforia, de triunfo, el populacho los vitoreará y festejará con risas y aplausos las pancartas graciosas y las consignas ingeniosas lanzadas de viva voz; incluso los animará diciendo. “Estos si tienen huevos”. Pero inmediatamente vendrá nuestra respuesta: la negativa a oír sus peticiones, la fiebre de legalidad que afectará a todos los servidores públicos que violan diariamente la ley pero que durante esos días encontrarán miles o millones de recursos legaloides para descalificar a los sediciosos alegando trámites dirigidos a quien no corresponde, la prohibición de La Ley para que tal o cual funcionario se ocupe del asunto pues solo puede escuchar a quienes tienen una representación legal, o simplemente aduciendo faltas de ortografía…

¡Y, sobre todo, la acción definitiva y enérgica del Cuarto Poder!. En menos de dos meses, la simpatía que hayan podido despertar al comienzo, se tornará en repulsa y odio ciego contra los revoltosos, transgresores de la ley y servidores de los mezquinos intereses de alguna nación extranjera que amenaza nuestra tranquilidad.

 

Los estudiantes evolucionarán sucesivamente del entusiasmo a la sorpresa de no ser entendidos, la decepción, la frustración, la impotencia y la depresión profunda. En ese momento bastarán unos cuantos garrotazos, la baja definitiva de algunos malos estudiantes y el encarcelamiento de los principales agitadores para terminar el movimiento y hacer que impere nuevamente la paz que nos conduce al progreso a través de nuestro trabajo fecundo y creador.

 

Si consideramos que los estudiantes formarán la clase pensante del mañana (los obreros y campesinos están demasiado ocupados tratando de sobrevivir y no tienen tiempo para ponerse a filosofar sobre el bienestar de la humanidad, de la que, se supone, ellos forman parte), el desaliento de su fracaso los vacunará contra las ideas subversivas que puedan surgir en el futuro. Adquirirán la conciencia de que no se puede luchar contra  El Estado y se convertirán en nuestros principales aliados desalentando a las nuevas generaciones de inconformes, a los que tildarán de ilusos.

 

Y lo principal, lo fundamentalísimo: una huelga de estudiantes no afecta a una sola generación; algunos apenas estarán comenzando sus estudios preparatorianos, otros estarán a punto de recibir sus títulos profesionales, pero todos saldrán afectados. Se trata de seis o mas generaciones de gente pensante golpeadas y frustradas. ¡SEIS O SIETE GENERACIONES DE CASTRADOS EN TAN SOLO UN PAR DE MESES! ¡Y a un costo bajísimo!. ¡La hegemonía de El Partido queda asegurada ad eternum!.

 

XXX

La noticia de la golpiza a  estudiantes, profesores y personal administrativo cundió rápidamente entre las escuelas que conformaban una de las principales instituciones educativas del país… la favorita del Estado para “abrir válvulas” desde hacía ya varios cambios de gobierno. Su alumnado, proveniente principalmente de clases de bajos o medios recursos, era idóneo para “enchilarlo” puesto que su indignación se acumulaba día tras día al contemplar permanentemente la desigualdad entre la escasez de sus familiares y vecinos por un lado  y la opulencia y despilfarro de la casta divina por el otro, todo controlado por unas leyes para pobres y otras leyes para ricos avaladas por El Consejo de la Suprema Justicia. Este origen serviría después, como lo demostraban las experiencias anteriores, para acusarlos de nacos, bordes, cholos, patanes, maleducados, rufianes y demás apelativos que tanto espantan a “la gente bien”, que respirará aliviada y aprobará con un sonoro y prolongado “beeeeeeeeeeeee” la futura represión.

 

No pedían gran cosa los estudiantes: que se destituyera al responsable de haber violado un espacio privado sin orden escrita de un juez y haber cometido un abuso de autoridad y un uso excesivo de la fuerza. Adicionalmente, como en ese momento el gobierno hacía una campaña para evitar la propagación de la hidrofobia, agregaron el “slogan” de la misma: “VACUNA A TU GRANADERO”.

 

La respuesta del gobierno fue contundente… Con toda la contundencia de los garrotes de los granaderos.

 

Además de la evidencia de los heridos, se habló por primera vez de varios desaparecidos y entre uno y tres muertos.

 

XXX


 

Los reporteros y formadores de opinión ni siquiera se molestaron en abrir el Manual Para la Elaboración de Noticias; de tanto emplearlo ya sabían de memoria lo que decía:

 

“En casos de protestas, alborotos o disturbios la primera acción es realzar el carácter de privilegiados que tienen los sediciosos. Esto se hace con dos fines fundamentales:

1.    Reafirmar ante el público la idea de que LO NORMAL ES ESTAR JODIDO. Esto ya lo saben, pero es importante recalcarlo para que sigan firmes en su convicción y rechacen el argumento de que es posible estar, al menos, un poco menos jodido. Como ese argumento lo emplean casi todos los grupos subversivos, la reconfirmación de la jodidez como norma y modo de vida, le quita fuerza a sus cantinelas. “El que por su gusto es buey, hasta la coyunda lame”.

2.    Presentar a los sediciosos como seres egoístas y voraces que quieren aun mas privilegios que los que ya tienen y para conseguir sus perversas ambiciones personales rompen el orden y la paz con sus alborotos y manifestaciones, perjudicando a quienes contribuyen al progreso de La Nación con su trabajo responsable y su apego a la ley. Esto último sentará las bases para acusarlos, mas adelante, de “apátridas traidores a la patria” y enemigos del progreso.

La cantidad de ponzoña y odio que se meta en cada noticia dependerá de los complejos, rencores y traumas de cada informador, así como de sus tarifas personales y el grado de estupidez del público al que vaya dirigida.”

 

Mas adelante el Manual especificaba las medidas aplicables en situaciones como la que se vivía en ese momento:

 

“Si los transgresores de la ley y el orden son estudiantes, se evitará, a toda costa, recordar que la Ley Máxima establece el DERECHO a la educación que tienen todos los ciudadanos y se hará resaltar el privilegio del que gozan quienes pierden el tiempo haraganeando en las escuelas en lugar de estar limpiando parabrisas, vendiendo chicles en las calles o cualquier otro trabajo útil y productivo. A tal efecto, se reforzará la campaña informal que difundimos permanentemente entre la población, con el lema. “¿Estudias o trabajas?”, tendiente a demostrar que los estudiantes no trabajan y, por lo tanto, son unos parásitos inútiles, que viven a costa de los demás sin responsabilidades ni obligaciones y sin aportar nada útil a la sociedad.

Se hará especial énfasis en que si la sociedad tolera la vida regalada y llena de privilegios de estos parásitos, holgazanes, vividores, mantenidos, buenos para nada, zánganos, irresponsables e inútiles, es con una condición: Si son estudiantes, que estudien… Lo que no es admisible es que malgasten los privilegios de que gozan ocupándose de temas baladíes como la justicia, los derechos humanos, etc. que ni siquiera son de su incumbencia… y menos aun, que se salgan de las aulas a causar desordenes en la vía pública.

¡Los estudiantes, a estudiar! ¿Quién les ha dado el derecho de opinar y de querer cambiar el orden y las buenas costumbres que rigen nuestro maravilloso mundo?

Los pobres ciudadanos normales tienen que pagar altísimos impuestos para mantener esa inutilidad de la educación. Dinero que se podría emplear en cosas importantes, como embellecer las ciudades con mansiones bonitas y modernas, como las de los políticos, que se preocupan en poner topes en su calle para que todos los transeúntes pasen despacio y puedan gozar contemplando la hermosura de sus residencias.

¡Los estudiantes, a estudiar!... y si no, pónganse a hacer algo útil… ¡A trabajar huevones!”

 

XXX

 


 

¿Qué se han creído estos muchachitos? ¿Están locos? ¿Destituir a un funcionario público, a un SERVIDOR DEL PUEBLO, por violar Las Leyes? ¿Destituir a un funcionario público, a un SERVIDOR DEL PUEBLO, por abusar de su autoridad?. ¡Sería el caos…El derrumbe de nuestras sacrosantas instituciones que tanta paz  y prosperidad nos han traído!. ¿Acaso no han visto las camisolas que hicimos el favor de regalar a los limpiabotas donde se lee claramente DEMOCRACIA  Y JUSTICIA SOCIAL?

 

XXX

 

 

La soberbia de los gobernantes y el bombardeo de los medios de comunicación hicieron que aumentara el “enchilamiento”. Otras instituciones educativas se unieron a la protesta y decidieron hacer una gran manifestación. La fecha coincidía con el aniversario de La Ilusión Perdida. 

 

 Para cazar, las orcas nadan en círculos haciendo un remolino en que aprisionan pequeños peces y crustáceos y, finalmente, se lanzan sobre ellos para devorarlos a todos juntos. Los chacales, por el contrario, aíslan a sus presas antes de atacarlas. En un caso las víctimas mueren con la ilusión de que luchan juntas, en el otro creen que pueden vencer a la jauría. El resultado es el mismo, los depredadores siempre ganan y el bolo alimenticio piensa que su forma de morir es la correcta.

 

En la época de nuestra historia las orcas y los chacales mantenían una lucha constante por la posesión de sus presas, pero temerosas del poder contrario, ninguna de las dos manadas se atrevía a un ataque directo y se limitaban a darse empujones y pisotones en los que trituraban grandes cantidades de nutrientes. Estos, por su parte, aceptaban de buena gana morir felices por la noble causa de sus verdugos; aunque, en ambos cotos, existían inconformes que preferían ser inmolados con el método opuesto. A estos inconformes se les conocía como orquistas o chacalistas, dependiendo del modo de exterminio de su preferencia.

No obstante, a muchos no les agradaba la idea de servir como alimento y pensaban que podía existir otra alternativa que les permitiera vivir tranquilos, sin orcas ni chacales y sin la amenaza de morir aplastados en caso de un enfrentamiento abierto entre las dos manadas.

 

¡Y entonces llegó El Libertador! (decía una canción de aquel tiempo).

 

El tirano de una isla fue derrotado por El Libertador que  comenzó a hacer justicia a su pueblo y que se declaró independiente de orcas y chacales. ¡La ilusión de un mundo sin guerra, sin egoísmos y sin hambre se hacía realidad! La humanidad se alborozó y cada día mas y mas gente se unía a la tercera vía, la que no conducía a las fauces de orcas ni chacales. La humanidad había dicho ¡Basta! Y se había puesto a andar.

 

Pero esto no gustó ni a unas ni a otros. Los chacales, que habían perdido al tirano que les proporcionaba casinos para lavar dinero, putas y playas paradisiacas, fueron los mas irritados y rodearon ferozmente la isla, mientras acusaban de orquistas a todos los partidarios de la tercera vía. Las orcas, mas sutiles, se limitaron a socavar desde dentro esperando que la presa cayera.

 

Debe ser muy duro pasar la vida esquivando las dentelladas de una jauría de chacales voraces y ávidos de venganza. El caso es que un día El Libertador cambió su nombre a El Comandante y se alineó con las orcas.

La tercera vía se cerró. La ilusión se perdió.

 

Aun así, muchos (cada año, menos) conservaron la esperanza y se reunían para festejar el día en que el Mundo tuvo la oportunidad de cambiar, el día de La Ilusión Perdida..

XXX

La enemistad entre orcas y chacales servía, a veces, para obtener algunas ventajas. S.M. El Golfo, antecesor del Señor Presidente en los altos designios de dirigir los supremos destinos de La Patria, había coqueteado, en diversas ocasiones, tanto con orcas como con chacales para hacer su voluntad… dentro de lo posible.

 

Pero el Señor Presidente no era así; no se prestaba a dobleces. El era chacalista de corazón y odiaba hasta el simple olor de los orquistas, no entendía como esos seres deleznables querían alterar el orden, la prosperidad y las buenas costumbres imperantes en La Patria.

 

Dentro de su pequeño coto de caza particular, el Señor Presidente se autoconsideraba como un gigantesco chacal, aunque en presencia de los chacales realmente grandes metía el rabo entre las piernas y asumía servilmente su papel de humilde depredador diminuto que no llegaba siquiera a la calidad de hiena.

 

Por eso, el día de La Ilusión Perdida resultó perfecto para abrir al máximo las válvulas. Demostraría a los chacales mayores que él también era un gran chacal atacando a los “orquistas” que festejaban el Día (muchos de los cuales creían en la tercera vía, pero no eran orquistas) y atacando simultáneamente a los estudiantes que protestaban por un motivo totalmente distinto. Así sentaba las bases para justificar los pasos siguientes como una noble acción para salvar a La Patria de una terrible conjura orquista.

 

XXX


 

Tradicionalmente las manifestaciones de cualquier tipo de protestas partían de la explanada en que se encuentra el Monumento a la Gran Suplantación y se dirigían a la Plaza Mayor, donde está el Palacio desde el que Su Alteza Serenísima El Señor Presidente dicta a su antojo los destinos de La Nación.

 

Tradicionalmente las marchas no llegaban a la Plaza Mayor, pues desde esta entraban ululando sus sirenas varios carros de bomberos lanzado chorros de agua junto a un  buen destacamento de granaderos, mientras otros arrojaban bombas lacrimógenas desde las azoteas de los edificios que bordean la estrecha calle que conduce al Palacio. Los manifestantes podían escapar por las calles laterales  La Autoridad se manifestaba satisfecha con dispersar a los inconformes.

 

Tradicionalmente, cuando un grupo demasiado rebelde se negaba a dispersarse, los granaderos lo asediaban y perseguían hasta obligarlo a protegerse en algún recinto al que no podrían entrar sin una orden legal, después de un rato para calmar los ánimos, la vigilancia de los revoltosos quedaba encomendada a un par de autos patrulla, que circulaban alrededor de la manzana dando tiempo para que los infractores de la ley escaparan en pequeños grupos.

 

En este caso no hubo tradición.  Mientras un cuerpo atacaba a los orquistas del día de La Ilusión Perdida empujándolos hacia los estudiantes, estos encontraron bloqueadas las salidas por calles laterales y fueron obligados a dirigirse y encerrarse en la única escuela a la que tuvieron acceso, misma que fue bloqueada permanentemente por los granaderos, impidiendo cualquier intento de fuga durante horas, hasta que, pasada la media noche, fueron relevados… por el ejercito.

 

XXX


 

Horas mas tarde, al salir los periódicos matutinos, la ciudadanía pudo enterarse de cómo un nutrido grupo de agitadores orquistas había estado acumulando, en los salones de clase y el techo del edificio, armas de alto poder, de uso exclusivo del ejercito, durante semanas (sin que ni los demás estudiantes, ni los maestros, ni el personal administrativo y ni siquiera los encargados de limpiar el edificio se dieran cuenta), razón por la cual había sido necesaria una intervención militar para restablecer el orden.

 

La mentira era tan burda que nadie se la creyó. Pero esto era lo que en verdad se buscaba; indignar a la gente, provocar que protestaran para identificar posibles peligros, eliminar a quienes no fueran dignos de ocupar el trono que pronto dejaría el Señor Presidente y, al final, ejercer una represión que dejara otras seis generaciones de derrotados para que el Delfín recibiera un país en calma.

El procedimiento había funcionado en el pasado y seguiría funcionando en el futuro.

 

 Ya no se hablaba de uno o dos muertos y algunos desaparecidos, sino de bastantes muertos y muchos desaparecidos. Ya no se pedía la destitución de algún jefecillo policiaco sino de que el gobierno entero rindiera cuentas. Ya no se hablaba de marchas sino de una huelga general de estudiantes. Se olvidaron las viejas rencillas entre las dos principales instituciones de educación superior, fomentadas artificialmente por una competencia “deportiva” que, en el fondo, servía  para mantener grupos de choque. Las demás escuelas, públicas y privadas, se unieron al movimiento. Los maestros apoyaron a sus alumnos. Los amantes del arte y la historia, indignados por ver hecha añicos la puerta de la escuela tomada (clasificada como patrimonio artístico nacional) también se unieron. Los familiares de los estudiantes, enterados de primera mano, ya no creían lo que la prensa y la televisión contaban. Y, de pronto, todos comenzaron a recordar agravios; desde el borrachín extorsionado por un guardián del orden hasta los petroleros,  ferrocarrileros, profesores, médicos, etc. que habían sufrido cárceles y vejaciones en otros tiempos.

El número de “agitadores profesionales a sueldo de una potencia extranjera” crecía de día en día, pero el Señor Presidente estaba convencido de la necesidad de abrir las válvulas. El vapor que salía por ellas tenía el color y el olor de la sangre y el silbido que producía semejaba gritos de dolor y tiros.

¡Todo sea por el bien de La Patria! –suspiró- ¡Es la hora de cazar!.

 

XXX


 

El Alcalde estaba seriamente preocupado. La opinión pública lo consideraba como el principal responsable de lo ocurrido y los estudiantes pedían su renuncia. Llevaba mucho tiempo en la política, por lo que sabía perfectamente que el único momento en que la opinión pública supera en importancia a un bledo, es cuando El Partido designa al “Candidato Electo de la República”. Sus sueños de ponerse la banda presidencial, que ya se había mandado hacer, corrían peligro. Por tal motivo, se apresuró a reunir a los trabajadores de limpia de la ciudad y tras felicitarlos por su labor les dijo: “Algunos sediciosos están propalando el rumor de que hubo muertos en la manifestación pasada; ustedes que salen a las calles en las primeras horas de la mañana ¿han encontrado algún muerto por la calle o, al menos, algún charquito de sangre? Quien tenga alguna noticia al  respecto puede denunciarla en la Caja de Despidos” Y señaló hacia la ventanilla donde fumaban plácidamente un buen número de fornidos agentes de seguridad.

Los reporteros presentes en el acto atestiguan que nadie vio nada fuera de lo común.

 

XXX


 

No podía controlar su rabia.

¡Los estudiantes deben dedicarse a estudiar!.

 

Si alguna vez tuvo aspiraciones presidenciales, ya las podía olvidar. Los alborotos en la calle eran la evidencia de que no había sabido cumplir con la misión que le encargara el Señor Presidente al nombrarlo Ministro de Educación.

 

¡Los estudiantes deben dedicarse a estudiar… pero no a pensar!.

 

Había hecho su mejor esfuerzo; los estudiantes debían memorizar interminables listas de ríos y cordilleras, naciones y sus capitales, huesos y vísceras, especies y razas de hierbas y bichos, dinastías de reyes y presidentes, leyes humanas que nunca se cumplen y leyes naturales que no se deberían cumplir, fórmulas matemáticas sacadas de algún sombrero mágico y ¡hasta catálogos de artistas de diferentes tipos incluyendo sus obras completas!

 

Todo eso está muy bien; nos permite distinguir entre una persona refinada y un patán y sirve para despertar el interés de la gente cuando La Meca del Cine nos envía alguna superproducción apegada fielmente a la historia, como “Espartaco y Robin Hood conquistan la Atlántida”; la simple mención, en el título, de tres nombres aprendidos en la escuela hace que las masas corran a abarrotar las salas cinematográficas, con la consiguiente derrama de dinero, indudablemente benéfica para la economía de la Nación.

 

Incluso eso, tan difícil, de averiguar cuales son “a”, “b” y “c” para substituirlas en la fórmula de segundo grado resulta útil en algunas actividades industriales. Pero preguntarse de donde salió esa fórmula o preguntarse porqué no usamos alguna otra fórmula mas sencilla… Eso ya es pasarse, ¡Es subversivo!

 

Por instrucciones del Señor Presidente, el Ministerio de Educación se ha tomado el trabajo de preparar todo un paquete de conocimientos perfectamente digeridos para que los estudiantes se lo traguen sin esfuerzo. ¡No es necesario pensar!.

 

Y sin embargo hay estudiantes que, en lugar de agradecer al Señor Presidente su encomiable labor, se ponen a pensar y quieren explicaciones del porqué de las cosas. Quieren saber mas. ¿Para que, si el Señor Presidente ya determinó lo que es útil y lo que no? ¿Qué objeto tiene gastar las neuronas en cosas que no sirven?

¿No entienden que la teoría heliocéntrica, la teoría de la evolución, las leyes de Newton y otras zarandajas son solo supercherías de algún maestro sádico que las inventó con el único propósito de hacer sufrir a los estudiantes y mantenerlos mas tiempo encerrados en las escuelas?

 

Deben aprender cosas útiles; las estrictamente necesarias e imprescindibles para incorporarse después a las fuerzas productivas y vivir honestamente de su trabajo. Pero ¿conmoverse realmente con la belleza de una pintura o una sinfonía, emocionarse con una novela, sufrir por el dolor ajeno, indignarse ante una injusticia, buscar la verdadera causa de lo que sucede y admirarse al descubrir algo de esto, entender lo que dijo aquel sabio o ese filósofo…? ¡Esas son pendejadas!. Para eso se inventó la televisión.

 

Y, peor todavía, ¡pretender aplicar eso a la realidad! Divulgar mamarrachadas sobre la igualdad, la libertad, el respeto a las opiniones de otros y el amor al semejante. ¡Que atrocidad!. ¿A dónde iría a parar el mundo si algo así se materializara?

 

No obstante siguen con su batea de babas: que les cuesta mucho trabajo aprender sin usar el cerebro. ¡La estupidez llevada al extremo!. ¿Qué tiene que ver el cerebro con el aprendizaje? ¡Puros pretextos para ponerse a pensar!.

¡Pensar!. ¡Pensar!. ¿Para que sirve pensar?. Solo para generar males: promover el desorden, la desobediencia, la relajación de las buenas costumbres, la crítica al gobierno y a las instituciones…¡El caos, la anarquía!.

 

En cada aula, en cada biblioteca o museo se debería colocar un gran letrero con letras gigantescas: ¡PROHIBIDO PENSAR!.

 

XXX


 

El Ministro del Interior estaba de plácemes. Su principal rival, por no decir el único, estaba en el centro del repudio popular, que alcanzaba hasta al Señor Presidente; pero él pasaba desapercibido, escondido en una mediocridad anodina que le había permitido cometer toda clase de tropelías sin llamar la atención… hasta ahora. Eso le despejaba el camino hacia la ansiada silla. Acarició la banda presidencial que, al igual que su rival,  había ordenado al mejor sastre de la Nación; se la colocó y se contempló en el espejo. ¡Lo logré!, gritó entusiasmado.

No imaginaba que a los pocos días su nombre aparecería junto al de su rival, como responsable de la política de represión permanente que había caracterizado al gobierno del Señor Presidente.

 

XXX


 Todas las mañanas, a la hora de mayor tránsito vehicular, cuando todos están urgidos por llegar a su trabajo, se cierra la única vía rápida de la ciudad durante un mínimo de media hora, para que el Señor Presidente pueda trasladarse cómodamente desde su residencia hasta el Palacio en que desempeña los altos designios que le encomendó La Patria.

 

Cuando un conjunto de once millonarios en calzoncillos, que portan en sus patas el Honor Nacional, consiguen un glorioso empate con la selección de futbol infantil de algún país diminuto y en pobreza extrema, los medios informativos son los primeros en invitar a toda la sociedad a formar una valla desde el aeropuerto hasta la casa del Señor Presidente, que espera ansioso a los héroes para felicitarlos personalmente. Los mismos medios se encargan de alabar el orgullo y la alegría de la multitud congregada en las calles.

 

Lo mismo sucede cuando un boxeador nacional le parte el hocico a otro extranjero. La muchedumbre sale a la calle a vitorear la inigualable hazaña lograda, siempre, con la ayuda de la Santísima Virgen. El hecho de que el rival se haya tenido que enfrenar, no a uno, sino a dos contrincantes, uno de ellos con poderes sobrehumanos, no demerita en absoluto el espectacular triunfo. Cuesta algo de trabajo imaginar a la Santísima Virgen, símbolo de amor, caridad y dulzura, agarrándose a fregadazos con un orangután fornido y corpulento.

 

Si nos visita algún jefe de Estado se cierran todas las oficinas del gobierno para que los empleados tomen un merecido descanso y se asoleen un ratito de varias horas mientras agitan jubilosos sus banderitas de papel. Las centrales obreras y campesinas acarrean a sus agremiados que, como gente ruda acostumbrada al trabajo pesado, prefieren ruidosas matracas para atronar el aire. Si el visitante tiene simpatizantes, pueden agregarse libremente a la valla para aumentar su tamaño y colorido, detrás, obviamente, de la discreta cadena de protección formada por militares, policías y guaruras (a los que se llama elegantemente guardias de corps) de ambas naciones disfrazados de paisanos.

 

En ninguno de estos casos se ve alterado en lo mas mínimo el tránsito; todos los habitantes de la ciudad viajan a toda velocidad, sin ningún contratiempo, cómodamente sentados, ya sea en su automóvil particular o en el transporte público de su preferencia, sin aglomeraciones y respirando al aire puro de la atmósfera mientras contemplan el nítido y transparente cielo azul. Ni siquiera los agentes de tránsito que, aburridos por la monotonía de su trabajo, toman los semáforos para jugar a los embotellamientos, consiguen afectar el flujo perfecto de los vehículos.

 

Tampoco hay cambios en la actividad productiva. Los negocios siguen su curso normal, las ventas no se alteran, los empleados aprovechan su don de ubicuidad para estar en la calle celebrando lo que haya que celebrar y, al mismo tiempo, permanecer en sus puestos de trabajo laborando afanosamente.

 

El tránsito y la economía (micro y macro) son dos de los grandes milagros nacionales. Nada los daña, nada los afecta. Son tan perfectos que los podríamos calificar de perfectamente perfectos si no fuera por su vulnerabilidad a las manifestaciones. El mas pequeño alboroto provocado por los inadaptados transgresores de la ley hace que la atmósfera se ennegrezca con toda clase de gases contaminantes, que la suciedad emerja por doquier, que los negocios cierren y reporten pérdidas millonarias, que baje la bolsa y se devalúe la moneda, que los flamantes autobuses desaparezcan y la gente tenga que viajar apiñada en viejas unidades surgidas súbitamente… ¡La muelte, chico, la muelte!

Por eso se entiende que los informadores monten en justa cólera y salten a la palestra, verdes de coraje, con los ojos inyectados de ira, lanzando espumarajos de rabia, para anunciar la nefasta nueva:  ¡CAOS VIAL!

Y que descarguen su furia y su desprecio contra los zánganos agitadores que arruinan a La Nación. ¡El Paraíso destruido por un grupillo de irresponsables!.

Lástima que no haya pena de muerte… oficialmente.

XXX

 

Los días que siguieron fueron de marchas, mítines, escaramuzas, movilizaciones… Tal como se esperaba; era el requisito para engrasar las válvulas antes de cerrarlas. La campaña contra los revoltosos  y a favor del orden subió a su máximo nivel; la gente bien clamaba por la restitución de la tranquilidad a cualquier precio y el gobierno “se veía obligado” a actuar contra los infractores del orden prodigando alegremente macanazos, balazos y ordenes de aprehensión. Todo marchaba perfectamente, como en cada cambio de gobierno. Y sin embargo…

 

XXX


 

En una de las muchas escaramuzas de aquellos días, los estudiantes, armados con manos, paraguas y algunos palos y piedras, se vieron sometidos al fuego cruzado de los fusiles de granaderos y militares. Normal, dentro de lo que cabe; pero algunas balas del ejército alcanzaron a varios miembros de los granaderos causándoles la muerte…

 

A lo largo de la historia, muchos policías (buenos y malos) han “caído en cumplimiento del deber” sin que los periódicos les dediquen una triste nota en los ovituarios y sin que sus viudas y huérfanos reciban una miserable pensión,

 

No fue éste el caso. Los caídos, en lujosos féretros cubiertos con el Lábaro Patrio, fueron reunidos en una plaza pública, donde, tras emotivos discursos realzando su valor y su labor patriótica, recibieron el homenaje de las 21 salvas de honor destinadas a los héroes de La Patria, antes de ser escoltados por el pleno del cuerpo policial entero, encabezados por El Alcalde, hasta su última morada.

 

El contraste entre  la muerte anodina de los gendarmes comunes y la de estos “héroes  de La Patria” fue notorio. ¿Qué se pretendía?.¿Resaltar el contraste entre  unos y otros? ¿Demostrar que no es lo mismo caer  en el simple servicio público y comunitario, que caer en el Cumplimiento de los Sacrosantos  Deberes de Servir a La Patria rompiendo cráneos y costillas de siniestros alborotadores?.                 

 

XXX


 

Para la opinión pública quedó claro que aquello era un ¡YO ACUSO!.. ¿Pero a quien iba dedicada la acusación? ¿A la figura intocable de Señor Presidente, jefe “nato” de las Fueras Armadas?, ¿al Ministro de la Defensa, que había recibido de su superior la orden de representarlo en todos los asuntos castrenses y que se había tomado la liberad de ignorar a El Jefe para desarrollar sus propias aspiraciones políticas?, ¿al Ministro del Interior, responsable de la paz y el buen funcionamiento de La Nación que ahora se encontraba en un caos de lo menos funcional y pacífico y quien tenía a su cargo todo un conjunto de organizaciones secretas destinadas a vigilar, perseguir, encarcelar, torturar, y eliminar a “sediciosos” sin dar cuentas a nadie?

 

¿Qué papel jugaban estas organizaciones en la infiltración, el sabotaje y las “provocaciones” de los estudiantes?; ¿Había sido alguna de estas organizaciones secretas la encargada de disparar a  los policías muertos en “la patriótica labor de masacrar estudiantes sediciosos”?

 

De las cenizas del Ministro de Educación  no había que preocuparse; pero, sin duda algunos miembros de la Corte de El Señor Presidente, que no tenían muchas posibilidades de llegar al codiciado Trono, veían ahora con beneplácito el derrumbe de los “delfines” y movilizaban a sus grupos de  allegados tanto para su ascenso como para el descenso de sus rivales. El nombre del Ministro de Gobernación, oculto en su mediocridad hasta ese momento, comenzó a aparecer por todas partes, asociándolo a la ineficiencia para mantener el orden. Tanto él como El Alcalde eran los principales causantes del caos actual; ninguno de los dos tenía la capacidad necesaria para dirigir los sublimes destinos de La Nación.

 

El “YO ACUSO” fue fácil de borrar diluyéndolo entre las nuevas protestar y los nuevos actos de represión/provocación; no así las aspiraciones al Trono de quienes ya las habían perdido.

 

XXX

La gente bien siempre se ha sentido molesta con las palabras altisonantes y los insultos, especialmente cuando van dirigidos a las autoridades que representan el “orden” y las “buenas costumbres”. Los estudiantes, poco respetuosos, solían abusar de un lenguaje que, aunque muy castizo, voila las leyes del bien decir impuestas por el Manual de Carreño.

Para evitar estas críticas, magnificadas por los medios interesados en demostrar que los sediciosos transgresores del orden no eran mas que un reducido número de gañanes, incultos y majaderos, se decidió hacer una Gran Marcha en la que participaran estudiantes, maestros, intelectuales, artistas, oficinistas, obreros y campesinos inconformes, público en general y familiares de todos ellos…incluso orquistas. La marcha debería demostrar que los manifestantes no eran un pequeño grupo de revoltosos, sino una gran parte de la sociedad manifestándose contra la arbitrariedad del Gobierno, la brutalidad de sus fuerzas represivas y la mentira sistemática de los “informadores”. Se tomaron todas la medidas para garantizar el orden. Cuerdas que separaban a los manifestantes del numeroso público que asistió a verlos, comités que imponían el silencio para evitar insultos y palabras altisonantes, se restringió la incorporación a desconocidos dentro de los grupos formados por los alumnos, maestros o trabajadores de alguna escuela, gremio o sindicato.

 

Aunque la marcha fue kilométrica y cansada (desde el Museo de las  Grandezas Pasadas hasta la Plaza Mayor), jóvenes, adultos, ancianos y niños desfilaron con la alegría de la esperanza en un mundo mejor y con la conciencia de que el pacifismo y el respecto, junto a la gran cantidad de asistentes, evitaría un baño de sangre. La Marcha del Silencio fue un existo.

Pero no para todos. Los ingenuos que había asistido a la congregación en sus propios automóviles y los habían dejado en un estacionamiento PARTICULAR, los encontraron con los cristales rotos a culatazos y las láminas y llantas perforadas a bayonetazos. Un paso mas en la escalada de provocación violenta por parte del gobierno.

XXX

 

Como en ocasiones anteriores, el Ministro de Educación amenazó con la pérdida del año escolar. La medida siempre había sido efectiva para desalentar a muchos estudiantes que, por temor a repetir los cursos, se arrepentían de la huelga. Pero esta vez no surtió efecto. Lo mismo ocurría con otras formas de coerción exitosas en el pasado. ¿Qué sucedía?

 

El gobierno había maniobrado eficazmente en la provocación a los estudiantes y en la cacería de brujas; era, pues, el momento de terminar con la huelga. Los “informadores” habían cumplido con su misión de satanizar a los delincuentes que alteraban el orden siguiendo las consignas de potencias extranjeras dispuestas a introducir sus ideologías exóticas para desestabilizar a La Nación. El consenso de todos los patriotas debería exigir la inmediata represión de ese grupillo de zánganos transgresores de la ley. Y, sin embargo, esto no sucedía. Cierto que la mayoría permanecía tan indiferente a todo como un cadáver. Cierto que muchos, aleccionados por la televisión, solo servían como cajas de resonancia, como ecos, de los slogans gubernamentales repetidos hasta la saciedad. Pero el movimiento estudiantil crecía, los inconformes no eran solo estudiantes, sino una buena parte de la sociedad y cada día eran mas.

 

¿Se atascaron las válvulas?

 

XXX

¡El colmo! ¡Esto es el colmo! . El Señor Presidente estaba que trinaba. No podía concebir un desacato tan tremendo; una falta de respeto tan grande hacia La Autoridad, que él representaba. Se había encontrado la oportunidad perfecta para terminar con la sedición y los mismísimos empleados públicos, los fieles servidores del Estado la habían echado a perder.

En una de tantas manifestaciones, los estudiantes tuvieron la osadía de izar una bandera de huelga en el asta que se levantaba en el centro de la Plaza Mayor. Era el motivo ideal para demostrar que su movimiento era subversivo y antipatriótico. La oportunidad soñada para congregar a toda la nación en defensa de los sacros intereses de La Patria, amenazados por un grupillo de agitadores profesionales vendidos al oro de las orcas. El momento sublime de convocar a todos los patriotas, amantes del orden y las buenas costumbres, para acabar con el caos provocado por los alborotadores enemigos de la paz y el progreso.

¿Y quienes mejor que los empleados del gobierno para encabezar un acto solemne y multitudinario de repulsa a los apátridas y de desagravio a la bandera nacional? Las oficinas gubernamentales quedaron totalmente vacías. Jamás se habían visto tantos camiones repletos de burócratas dirigiéndose a la Plaza Mayor. ¡Ni siquiera en los triunfales momentos en que el emperador en turno coronaba a su Delfín!

 

Quizá los burócratas iban pensando en sus hijos que, en ese momento, se reunían en alguna escuela con los hijos de otros empleados del gobierno o de empresas privadas, para hacer un recuento de los compañeros muertos o desaparecidos; quizá los burócratas iban pensando  en lo exiguo de sus salarios, en las arbitrariedades a que se veían sometidos… quizá solo iban PENSANDO. El caso es que en vez de agradecer al Señor Presidente la magnanimidad de permitirles vivir, en lugar de acatar sumisamente las instrucciones de quienes les ordenaban como ser patriotas, se pusieron a gritar: “No vamos, nos llevan” y, ya en la Plaza comenzaron a lanzar balidos imitando a borregos.

Fue necesaria una carga de tanques para terminar con el fallido acontecimiento.

XXX

¿Qué pasa con ustedes? – espetó El Señor Presidente - ¿No es suficientemente dadivoso el gobierno? ¿Piensan que podemos prescindir de una parte de nuestros ingresos ¡que tanto esfuerzo hacemos para sacárselos al pueblo! y dárselos a ustedes con el propósito de que controlen los cerebros del pueblo sin obtener ningún resultado? ¡Esto no puede seguir así!

 

Lo sentimos – se atrevió a interrumpir el gran gurú de los medios de comunicación, a quien sus colegas llamaban El Maestro, pues de él habían aprendido la mentira y la abyección – Hemos hecho todo lo posible por convencer al público de la horrible conspiración de las orcas tendiente a desestabilizar el orden y el progreso de La Nación. Hemos recurrido a las historias mas truculentas para infundir pavor ante la sola mención del orquismo: que se comen a los niños vivos, que te quitan tu casa, que son ateos, masones y judíos ¡hasta hemos dicho que son negros!... Pero nada resulta; es como el cuento del pastorcito y el lobo; ya nadie se cree que viene el lobo.  Quizá hemos abusado un poco del temor al orquismo; tenga en cuenta que aproximadamente el 70% de la población ha sido acusada de orquista en algún momento y por cualquier motivo.

 

¡Pues entonces échenle la culpa a los chacales! – vociferó El Señor Presidente - ¿Acaso no tienen los chacales una Agencia de Invasiones Internacionales? ¡Digan que esa Agencia pretende sabotear El Gran Campeonato para hacer quedar mal a nuestra querida Nación! ¡Y si eso no da resultado acusen a son los marcianos! ¡Pero urge inventar una conspiración venida del exterior; una conspiración que aterrorice al pueblo y lo haga venir a implorar nuestra ayuda para salvarlo! ¡Para eso existen los fantasmas, para asustar a los tontos!.

¡Si el pueblo pierde el miedo, nos vamos todos a la mierda!

 

¿No estará esa conspiración en los pasillos del Palacio; no serán los delfines los conspiradores en su afán de poder? – susurró alguien, pero nadie lo oyó.

XXX


 

El General Ateneo Minervo se presentó a cumplir con su deber. Tenía fama de ser el militar mas culto del mundo, pues casi toda su vida había estado en centros educativos de alto nivel, siempre contribuyendo a restablecer el orden y la disciplina resquebrajados por los sediciosos de distintas épocas. Sus aguerridas huestes solo mostraban miedo ante el temor de que los pasaran al pizarrón.

 

Ahora se le presentaba la prueba máxima, tomar la institución educativa mas importante del país.

Ya había incursionado varias veces en la que ocupaba el segundo lugar en número de alumnos y donde la mayoría de estos eran de origen humilde, lo que permitía una mayor libertad de acción sin despertar críticas. Pero a lo que se iba a enfrentar en los próximos días eran palabras mayores: la población estudiantil era casi el doble y el mejor nivel económico de los estudiantes ponía en riesgo la discreción de la operación; no faltarían, sin duda, los padres que protestaran por el maltrato a sus hijos y que tuvieran las influencias suficientes para provocar un escándalo.

Además, entre el profesorado se encontraba la crema y nata de los artistas, filósofos, científicos y demás gente de mal vivir que tenían un renombre nacional y, a veces, internacional. La probabilidad de hacer ruido y llamar la atención de los defensores de derechos humanos y otros ociosos fuera del país era muy alta.

 

En ambas instituciones, que deberían ser tomadas simultáneamente junto con otras de menor cuantía, el profesorado no solo apoyaba y alentaba a los revoltosos, sino que se había unido a ellos y participaba abiertamente en asambleas y marchas.

 

Para colmo, había sido necesario darle un buen tirón de orejas a un grupo de militares en activo, incluso de alto rango, que se sentían orgullosos de que sus hijos e hijas (pinches viejas marimachas y escandalosas que se querían escapar de la cocina) participaran en el movimiento.

 

Por último, estaba El Rector. Las altas autoridades de los otros centros de educación sabían como conservar la chamba y habían permanecido calladitas y en la oscuridad. En cambio El Rector, que dirigía la universidad principal, se había puesto a la cabeza de una marcha que condujo de ida y vuelta alrededor de la casa de estudio. Fue una marcha breve; lo cual desconcertó a quienes tenían experiencia en manifestaciones y esperaban un recorrido kilométrico de varias horas de duración (así se planeó inicialmente; el destino era El Palacio, en el centro de la ciudad), pero el efecto producido resultó mucho mas notorio. El orden fue perfecto, no hubo insultos a los gobernantes y los informadores no pudieron azuzar a su público en contra de los vándalos creadores de desastres viales causantes de incalculables pérdidas económicas. Según se supo después, si la marcha hubiera seguido mas adelante la represión habría sido brutal.

 

Se requería planear una estrategia rápida, segura y silenciosa que no diera pábulo a críticas. Primero al Norte, pensó, ese ya es territorio conocido y podemos repetir las tomas de El Casco y El Ejido como ya lo hemos hecho. Después al Sur, habrá que estudiar el terreno, se recomienda la nocturnidad. ¿Dejaré Faraontitlan para el final?. El General Ateneo Minervo se sumió en hondas cavilaciones.

 

XXX


 

Con la toma de las escuelas, la estrategia de los estudiantes cambió. Decidieron organizar su propio mundo, un mundo en que todos tuvieran cabida: obreros, campesinos, profesionistas, oficinistas, estudiantes… Un mundo sin una casta divina que devorara a los demás.

 

Formaron brigadas informativas  y recorrieron calles, plazas y mercados, destruyendo las mentiras de la prensa oficial. Día a día la conciencia de la gente aumentaba. Día a día la repulsa contra El Supremo Gobierno y sus instituciones de “información” y represión era mayor. Las válvulas se habían atascado, el vapor salía de las ollas con una presión que amenazaba reventarlas. La operación para garantizar el cambio pacífico de presidente se había salido de control. ¿Dónde estaba la falla?.

 

El primero en reaccionar, fue Don Perpetuo. Movilizó su antiguo ejército de gorilas, ampliamente experimentado en golpear, asesinar y desaparecer obreros disidentes e inconformes, y lo lanzó a las calles para combatir a las brigadas estudiantiles. No obstante, no tuvo mucho éxito

 

XXX

 


El Oráculo era el máximo ideólogo de un partido sin ideología.

En ese instante era el centro al que se dirigían las miradas de todos los que ocupaban la larga mesa de reuniones del palacio.

 

No despertemos al pueblo bronco – dijo y calló mientras meditaba.

 

Los concurrentes lo observaban en silencio. Las caras adustas y preocupadas denotaban la importancia de la junta. Se trataba de cerrar las válvulas que, inexplicablemente, se negaban a cerrarse; el peligro de una explosión era inminente. En aquella quietud  tensa, los únicos movimientos eran los de la mesa que, de vez en cuando, saltaba por efecto de alguna  patada soltada bajo ella.

 

Aquí – continuó – todos sabemos que los nombres de duque, marques, conde y demás títulos de la antigua aristocracia han sido cambiados por los de ministro, gobernador, senador, líder sindical, “comunicador”, gran empresario, etc. A parte de esto, la única diferencia entre monarquía y democracia es que nosotros no utilizamos pelucas ridículas.

 

Aunque decimos que somos servidores del pueblo, es éste el que nos sirve a nosotros. Para ello, nuestra herramienta mas efectiva es el temor a lo desconocido; inventamos conspiraciones para que no se den cuenta que nosotros somos los conspiradores; inventamos terroristas cuando nosotros somos los terroristas; inventamos el amor a La Patria para ocultar nuestro amor al poder y el dinero y en el nombre de esa Patria, que nos importa menos que un comino, masacramos a miles o millones de jóvenes ilusos. Todo es válido para mantener nuestros privilegios.

 

Y, también, todo es válido cuando surge una disputa interna entre  nosotros. Pero hay que saber engañar, hay que ser sutil. De otra forma el populacho termina por darse cuenta. Esto es lo que ha sucedido en estos días; abrimos las válvulas para soltar presión, pero lo hicimos de una manera tan violenta y tan mentirosa, que nuestras víctimas se dieron cuenta de la manipulación. La chusma está tomando conciencia y eso es un peligro para nuestros intere… ¡Perdón!, corrijo, para La Patria.

 

La conciencia es como esas bolas de nieve que, al rodar, van creciendo. Afortunadamente el problema todavía es pequeño y estamos a tiempo de detenerlo. Podemos aplastar la bolita de nieve o disolverla haciendo algunas concesiones… temporales, por supuesto. Yo me inclino por lo último; busquemos un heredero al trono que no esté señalado por sus acciones en este conflicto; dejemos descansar un rato, en la sombra, a los repudiados por los estudiantes, cesemos o enroquemos a los policías mas violentos; en fin, negociemos algunas de sus demandas. Un poco de atolito en el dedo y todo se calmará.

 

 En algunas bocas aparecieron sonrisas de satisfacción. De algunos ojos salieron chispas de rabia. Solo la cara de El Señor Presidente permanecía imperturbable.

 

XXX


 

 

La Explanada de la Cultura y Civilización Universales empezaba a llenarse. Se había acordado una tregua unilateral hasta que terminara El Gran Campeonato. A los estudiantes les interesaba este importante evento tanto como al resto de los habitantes. No siempre se tenía la oportunidad de disfrutarlo de tan cerca a través de la televisión; era, casi, como verlo en vivo, aunque los precios de las entradas no permitían esta clase de lujos.

Cada cuatro años los países mas industrializados y poderosos del orbe se reunían en una sana competencia para exhibir los últimos adelantos de las ciencias bioquímicas, provocando el asombro y admiración de los simples mortales que, acostumbrados solo a actividades deportivas menores como tratar de alcanzar un autobús en marcha, sortear los baches y grietas en las banquetas sin caer en ninguna coladera destapada o caminar por alguna calle con el agua a la cintura (la máxima hazaña cotidiana era echarse al hombro una lata de 5 litros de cemento para hacer malabares sobre una tabla de madera podrida situada en un quinto o sexto piso), contemplaban absortos y maravillados la velocidad y capacidad de carga de aquellas masas antropomorfas fabricadas con hormonas y anfetaminas.

Además, estaba en juego la bien ganada fama de hospitalidad de los ciudadanos, siempre dispuestos a ceder al huésped las mejores playas, los mejores mariscos, las mejores carnes, las mejores frutas, sin olvidar por un solo momento LA NACIONAL ALEGRÍA reforzada por el tonificante consumo de bebidas de moderación anunciadas inmoderadamente en radio y televisión.

Era necesaria una tregua para evitar que algunos reporteros desaprensivos fueran a meter las narices en asuntos que no les incumbían y que salieran con ellas rotas y sangrantes, como les había sucedido ya a algunos, que terminaron en el hospital.

La tregua abriría un espacio de reflexión y paz. Los extranjeros que visitaban el país podrían gozar tranquilamente de El Gran Campeonato.

La Explanada de la Cultura y Civilización Universales se iba llenando no solo de estudiantes, sino de familias enteras que, confiadas, aprobaban el establecimiento de la tregua. El ambiente era festivo.

¡FALTABAN DIEZ DÍAS PARA EL GRAN CAMPEONATO!

 

XXX

 

 

 

 

 

publicado por cog1937 a las 02:00 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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» UN NIÑO REFUJIAO
1 Comentario: Dr. Benson
» PAQUETE "NYASSA" (1942)
1 Comentario: Nautica
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INDICE GENERAL:
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LITERATURA:

UN NIÑO REFUJIAO.

CIENCIA:

TEORIA AERODINAMICA DE LA RELATIVIDAD.

TABLA PERIODICA DE LOS ELEMENTOS clasificados por niveles y subniveles de energia y orbitales.

HISTORIA:

FOTOGRAFIA DEL BUQUE "PAQUETE NYASSA".

MUSICA:

LEJOS DE MI TIERRA.

DIBUJOS GIOMAR:

COLECCION DE DIBUJOS DE GIOMAR ORDOÑEZ CABEZAS.

TAUROMAQUIA:

COLECCION DE PINTURAS DE CARLOS ORDOÑEZ GARCIA.

MASCOTAS:

FOTOGRAFIAS DE DIFERENTES ANIMALES
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